Si has tenido primeras citas, seguro que lo que vas a leer en este post te suena un montón. Cuando vas a ir a una, especialmente si llevas días maquinando qué ponerte, cómo comportarte y qué decir, las expectativas suelen ser tan altas que, si te descuidas, pueden llegar a la luna. Ahora bien, la realidad… eso ya es otra historia. Todas y cada una de nosotras hemos pasado por eso. La terrorífica primera vez que quedas con la chica que te mola.
Expectativa: «Voy a ir hecha un pincel»
La noche antes, tienes el modelito pensado y probado. Sabes perfectamente que ese pantalón te queda de infarto y esa camisa combina de maravilla. En tu cabeza suena de fondo una banda sonora épica cada vez que te miras al espejo. Sin embargo, a la mañana siguiente te levantas y cuando te miras al espejo ves que tienes un grano del tamaño de una catedral en la frente, y que el pantalón que te quedaba taaaan bien y que tanto te gusta ha decidido no cerrarte por culpa del atracón que te pegaste anoche viendo series. Al final, decides que lo mejor será ponerte unos vaqueros y una camiseta. Total, lo importante es la personalidad.
Piensas que sois tan compatibles que la conversación va a salir sola
Ya lo estás viendo. Estáis teniendo una conversación profunda, divertida y con una conexión mucho mejor que la de internet que tienes en casa. Os veis interrumpiéndoos la una a la otra diciendo que a ti también te flipa Rosalía, y que la cita va sobre ruedas. Pero ten en cuenta que la realidad puede no ser esa en las primeras citas. Los silencios incómodos son los verdaderos protas de todo. En el mejor de los casos, hablas tanto que al final tu voz no tiene nada que envidiar a la de Joaquín Sabina. En el peor, la conversación se limita a un «a qué te dedicas».
Otra de las expectativas de las primeras citas. El sitio va a ser superromántico
Tienes en tu cabeza que vais a un bar supercoqueto, romántico, con una luz muy tenue y música indie de fondo. Y claro, con una carta de vinos que te hará parecer una verdadera sommelier. Todo perfectamente planeado para el ambiente perfecto. Pero de nuevo, la realidad aparece: llegas al bar y están poniendo un partido de fútbol. Lo tienen tan alto que ni siquiera puedes oír lo que ella pide de beber. La mesa está coja y acabas con un charquito de cerveza en el regazo.
La despedida
Por supuesto, tú que has visto un millón de pelis románticas, tienes en la cabeza el beso perfecto, de sos que salen en el cine. Ella te mira, tú la miras y la química hace todo lo demás. La realidad es otra: un pequeño caos. ¿Te doy dos besos? ¿Un abrazo? ¿Un apretón de manos? Te acabas enredando con su bufanda, le pisas y os dais un adiós rápido antes de que os atropelle el autobús.
Cuéntame, ¿te ha pasado?
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