En pleno siglo XXI, me resulta increíble que todavía existan personas que se atrevan a medir el valor de alguien por su orientación sexual. Y te digo más aún, que se crean con la autoridad de hacerlo. Si eres de los que creen que soy menos válida, menos digna o menos persona por el simple hecho de ser lesbiana, ay, a ti te dedico este post. A ti y a tu intolerancia.
¿De dónde nace la intolerancia?
Me pregunto, ¿de dónde sacáis esa absurda idea de que mi amor, mi vida o mis elecciones personales tienen menos importancia que las vuestras? ¿Quién os convenció de que vuestra orientación sexual os otorga algún tipo de superioridad moral? Porque, desde luego, no es algo que tenga base lógica, ética o, si me apuras, humana.
La intolerancia no se sostiene. Ser lesbiana no me convierte en alguien menos capaz de amar, trabajar, soñar o aportar al mundo. ¿Pensáis que mis sentimientos son menos verdaderos? ¿O que no tengo derecho a vivir mi verdad con la misma libertad que os permitís vosotros? Reflexionad por un momento: el problema no soy yo ni las personas como yo, el problema es vuestro, vuestra incapacidad para aceptar que el mundo es diverso y que eso es, precisamente, lo que lo hace tan bonito.
Tu opinión no me define
Podéis pensar lo que queráis sobre mí, pero vuestra opinión no define quién soy ni lo que valgo. Mi valor como persona no depende de la aprobación de nadie. Lo que me define es cómo vivo mi vida: con autenticidad, respeto hacia los demás y, sobre todo, sin esconderme. No voy a dar un paso atrás ni a bajar la cabeza porque a alguien le incomode quién soy.
Vuestra incomodidad no es mi problema. Es un reflejo de vuestros prejuicios, no de mi identidad. Y dejadme deciros algo: esos prejuicios no me afectan como antes, porque cada vez somos más quienes alzamos la voz contra la intolerancia.
El daño de la intolerancia
La discriminación no solo es injusta, también es dañina. No podéis imaginar el sufrimiento que provocan vuestros comentarios, miradas y actitudes. Hay personas que han crecido sintiéndose menos valiosas, avergonzadas de ser quienes son, solo por el odio de quienes no saben nada sobre ellas. Y eso, sinceramente, es inaceptable.
Pero a pesar de vuestro desprecio, seguimos aquí. Existimos, resistimos y vivimos, porque no hay nada malo en amar a quien queremos. La lucha nos hace más fuertes, aunque preferiría un mundo en el que no tuviéramos que luchar por lo que debería ser un derecho básico: ser respetados como somos.
Una invitación a dejar atrás la intolerancia
A quienes todavía creen que mi orientación sexual me hace menos válida, les invito a reflexionar. ¿Qué ganáis con despreciar a alguien que no os ha hecho daño? ¿Qué perdéis con aceptar que el amor adopta formas distintas y que ninguna es más valiosa que otra?
La diversidad no os amenaza, os enriquece. Pero si decidís permanecer en el lado de la intolerancia, os adelanto algo: seguiremos avanzando. No necesitamos vuestra aprobación para brillar.
Ningún Comentario