Vale, chicas, que parece que ser bollera es solamente drama y manifestaciones. Que sí, que hay que reivindicar y todo eso, pero ¿sabéis qué? También nos podemos reír mucho. Vamos a darle un repaso a esos momentos que nos sacan una sonrisa a las lesbianasaunque sea a costa nuestra.

Cuando tu abuela te pregunta por el novio y eres lesbiana

Venga, que levante la mano quien no haya pasado por esto. Estás en la comida familiar, con el estómago lleno de croquetas, y va la abuela y suelta: «Nena, ¿y el novio para cuándo?». Tú te atragantas con el vino mientras tu madre te mira con cara de «ni se te ocurra decírselo hoy». ¿La solución? Responder que estás centrada en tu carrera. Total, para lo que me va a servir el grado en Filosofía

El armario de Narnia se queda corto

Hablando de armarios, ¿os habéis fijado en que el nuestro parece la puñetera TARDIS? Entras pensando que vas a salir en dos minutos y, de repente, han pasado años. Eso sí, cuando por fin sales, lo haces con más estilo que la Doctora Who. Y con más flannel shirts, claro.

La mítica pregunta: «¿Quién es el hombre de la relación?»

Ay, madre mía. Que alguien me explique por qué la gente sigue pensando que en una relación de lesbianas tiene que haber un «hombre». A ver, Paco, que lo mismo usamos un strapon, pero de ahí a que una tenga que ser «el tío»… En todo caso, la pregunta correcta sería: «¿Quién es la que se encarga de matar las arañas?». Spoiler: Ninguna, llamamos a la vecina.

Cuando te lías con tu «mejor amiga»

Venga, no me digáis que no os ha pasado. Estás de fiesta, te tomas unas copas de más, y de repente tu colega de toda la vida te parece la reencarnación de Kristen Stewart. Al día siguiente te despiertas con resaca y una crisis existencial. ¿Lo mejor? Que probablemente ella esté pasando por lo mismo. ¿Lo peor? Que vais a tener que veros en el grupo de WhatsApp como si nada.

El gaydar que falla más que una escopeta de feria

Todas las lesbianas presumimos de tener un gaydar infalible, pero seamos sinceras: la mitad de las veces no acertamos ni el día de la semana. Te pasas meses tirándole la caña a la camarera del bar para luego enterarte de que es la única hetero del local. Mientras, la tía del supermercado que pensabas que era más hetero que todas las cosas resulta que lleva años en Wapa.

La primera vez que usas un dildo

Nadie nos prepara para este momento. Ahí estás tú, toda emocionada con tu nueva adquisición, pensando que va a ser como en las pelis. Y de repente te das cuenta de que no tienes ni pajolera idea de cómo se pone el arnés. Acabas más enredada que los cables de los auriculares en el bolso. Pero eh, la práctica hace la maestra, ¿no? 

En fin, que ser lesbianas no es solo ir de la mano por la calle (que también, oye). Es reírse de una misma, de las situaciones absurdas y de los tópicos. Porque si no nos reímos nosotras, ¿quién lo va a hacer? Bueno, vale, seguro que sí, pero ese es otro tema.

Así que ya sabéis, bolleras del mundo: seguid reivindicando, pero no os olvidéis de echaros unas risas por el camino. Que la vida es muy corta como para no disfrutarla, aunque sea a costa de nuestras propias meteduras de pata.