Vamos a ser sinceras, chicas. ¿Sí? Venga, que levante la mano quien no haya presenciado alguna vez la escena: estás tan tranquila comiendo gambas en una reunión familiar, cena de empresa o fiesta de cumpleaños, y de repente alguien suelta la bomba: «Por cierto, soy lesbiana«. Y boom, es como si hubiera caído un meteorito en mitad del salón.

Hay reacciones para todos los gustos

Lo mejor es ver cómo la gente reacciona. Hay reacciones de todos los tipos y colores:

  1. El dramático: Se lleva las manos a la cara como si acabara de ver un fantasma. «¡Dios mío! ¿Pero cómo es posible?» Tranquilo, hombre, que no ha dicho que sea un hombre lobo.
  2. La cotilla: Se acerca sigilosamente y susurra: «¿Y desde cuándo lo sabes? ¿Lo sabe tu madre?» Como si ser lesbiana fuera una enfermedad terminal que hay que ocultar.
  3. El graciosillo: «¡Anda! ¿Y no has probado con un tío? A lo mejor es que no has dado con el adecuado». Sí, claro, porque la orientación sexual es como probar sabores de helado hasta que encuentras el que te gusta.
  4. La moderna: «¡Qué guay! Siempre he querido tener una amiga lesbiana«. Enhorabuena, acabas de ganar un Pokémon.
  5. El despistado: «¿Lesbiana? ¿Eso no es de la isla griega esa?». No, Manolo, eso es Lesbos. Pero gracias por el momento cultural.

¿Por qué tanto revuelo?

Vamos a ver, que estamos en 2024, no en la Edad Media. Ser lesbiana no es una enfermedad, ni un delito, ni siquiera es raro. Es simplemente una orientación sexual, como ser hetero o que te gusten los calvos con barba. Lo gracioso es que nadie monta estos numeritos cuando alguien dice que le gusta el brócoli. Y ojo, que eso sí que es raro. ¿Habéis probado esa cosa? Es como masticar un arbusto.

Consejos para no hacer el ridículo

Si alguna vez alguien os dice que es lesbiana, respirad hondo y seguid estos sencillos pasos:

  1. No os desmayéis.
  2. No preguntéis si es contagioso.
  3. No ofrezcáis «curarla» con vuestros encantos masculinos.
  4. Y por favor, no digáis que «es una pena». Lo único que da pena es vuestra reacción.

Lo mejor que podéis hacer es… nada. Sí, habéis oído bien. Tratadla como a cualquier otra persona, porque ¿sabéis qué? ¡Es una persona normal! Increíble, ¿verdad?

La importancia de la normalización

La clave aquí es normalizar la situación. Imagina que alguien dice: «Me gusta el fútbol» o «Me flipan las series de Netflix«. No hay drama ni hay que hacer una historia de eso; simplemente se acepta y se sigue hablando del tema siguiente (que normalmente suele ser quién va a ganar el próximo partido). Entonces, ¿por qué hacer tanto ruido cuando alguien comparte su orientación sexual?

Además, este tipo de reacciones exageradas pueden tener consecuencias negativas para quienes se atreven a compartir su verdad. Muchas veces, las personas queer ya tenemos que aguantar bastantes cosas en el día a día como para aguantar estas tonterías.

Menos drama y más normalidad

Total, que si alguien os dice que es lesbiana, responded como si hubiera dicho que le gusta el color azul. Con un simple «Ah, vale» es suficiente. No hace falta montar un circo de tres pistas con acróbatas y payasos incluidos. Y recordad, amigos y amigas heteros: ser lesbiana no es el fin del mundo.