Y seguimos con este post descubriendo a uno de los más interesantes ejemplos de la comunidad lésbica, la lesbiana intelectual. En este caso, echaremos un ojo al tipo de música que escucha.
Si eres de las que piensan solo se alimentan de libros y café, estás muy equivocada. Prepárate, porque estas chicas tienen una banda sonora que haría que hasta Safo se pusiera a bailar en su tumba. Vamos a sumergirnos en el fascinante mundo musical de estas melómanas con gafas de pasta.
La música con la que cantan a grito pelado
Imagínate a nuestra lesbiana intelectual, rodeada de libros de Simone de Beauvoir, de repente se levanta y empieza a cantar Closer de Tegan and Sara como si no hubiera un mañana. Sí, amiga, hasta las más serias tienen su momento de gloria frente al espejo con un cepillo como micrófono. Y no te sorprendas si la pillas murmurando Girls Like Girls de Hayley Kiyoko mientras organiza su colección de ensayos feministas por orden alfabético.
Jazz y clásica: porque el intelecto también se mueve
Pero no todo es pop y alegría. A veces, nuestra querida intelectual necesita algo más… refinado. Ahí es cuando saca su colección de vinilos de jazz. Nina Simone suena de fondo mientras debate sobre teoría queer, porque nada dice «soy una lesbiana culta» como citar a Judith Butler al ritmo de «Feeling Good».
Y no nos olvidemos de la música clásica. Beethoven es el compañero perfecto para esas noches de insomnio en las que se pregunta por qué demonios decidió hacer un doctorado sobre la representación lésbica en la literatura del siglo XIX.
El lado experimental: porque ser rara mola
Claro, porque ser lesbiana e intelectual no es suficientemente alternativo, algunas deciden explorar la música experimental. Si alguna vez entras en su habitación y escuchas algo que suena como si una lavadora estuviera teniendo una crisis existencial, no te asustes. Probablemente solo esté escuchando su último descubrimiento de avant-garde queer mientras intenta descifrar el último libro de Donna Haraway.
La playlist ecléctica: un viaje por su mente
La verdad es que la playlist de una lesbiana intelectual es como un viaje por su mente: fascinante, un poco caótica y llena de sorpresas. Puedes encontrar desde himnos feministas hasta ópera, pasando por indie rock y canciones de protesta de los 60. Es como si su Spotify tuviera un doctorado en estudios queer y una crisis de identidad al mismo tiempo.
La banda sonora de una lesbiana intelectual es tan diversa como sus intereses. Es capaz de pasar de Indigo Girls a Mozart en cuestión de segundos, y probablemente te dará una charla sobre la importancia cultural de cada canción si le preguntas. Con las lesbianas intelectuales, nunca se sabe. Y eso, querida amiga, es parte de su encanto. Recuerda, en el mundo de la lesbiana intelectual, la música no solo se escucha, se analiza, se debate y, si el ritmo es bueno, hasta se baila (con moderación y de forma irónica, por supuesto). Porque, ¿quién dijo que no se puede cambiar el mundo y mover el esqueleto al mismo tiempo.
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