Muchas veces me he preguntado cuál es la razón de que mis amigos heteros no pillen ciertas indirectas o comentarios que para mí son muy obvios. Resulta que no es que yo sea más lista, es que tengo un superpoder: la empatía situacional. Vamos, que años de estar alerta me han convertido en una especie de detector andante de homofobia sutil. Y no es que sea algo que me encante, pero reconozco que me ha salvado más de una vez.

El arte de leer entre líneas (y sobrevivir en el intento)

Esta habilidad para captar los matices en las interacciones sociales es como tener subtítulos en la vida real. Cuando alguien dice «No tengo nada en contra de los gays, pero…», ya sé que viene una burrada. O cuando en el curro hablan de «estilos de vida alternativos», entiendo al vuelo que están hablando en clave. Es agotador, sí, pero también me ha permitido esquivar situaciones incómodas y, sobre todo, encontrar aliados en los sitios más insospechados.

El efecto boomerang: cuando la empatía se vuelve contra ti

Pero ojo, que no todo es maravilloso. Esta empatía a veces es una losa. Hay días en los que me gustaría poder apagar el radar y no estar constantemente interpretando cada gesto o palabra. Es como si siempre estuviera en modo «alerta naranja», y eso pasa factura. A veces me pregunto si no sería más feliz siendo más despistada, pero luego recuerdo todas las veces que me ha ayudado a mí y a mis amigos, y se me pasa.

El poder de conectar con una red invisible de apoyo

Lo mejor de todo es cómo esta empatía situacional nos une a los que estamos en el mismo barco. Es como si tuviéramos un idioma secreto. Una mirada, un gesto, y ya sabemos que el otro «lo pilla». Esto ha hecho que mis amistades dentro de la comunidad sean profundas. Nos entendemos sin hablar, nos apoyamos sin pedir ayuda explícitamente. Es una red de seguridad invisible pero muy real.

El poder que nos convierte en superhéroes 

Al final, he aprendido a ver esta empatía situacional como una fortaleza, no como una carga. Sí, es agotador estar siempre «on», pero también me ha convertido en una mejor amiga, pareja y activista. Puedo adelantarme a los problemas antes de que ocurran, mediar en conflictos y, lo más importante, ayudar a otros que están pasando por lo mismo que yo pasé.

La empatía como motor de cambio

La empatía situacional es un motor de cambio. Cuando eres capaz de ponerte en los zapatos del otro, es más fácil encontrar puntos en común y romper barreras. No digo que sea fácil, pero es posible.

Es como un músculo que hemos tenido que desarrollar por necesidad, pero es nuestra mayor fortaleza. Es una forma de ver y entender el mundo que nos hace, en cierto modo, un poquito más superhéroes.

Cuéntame, ¿te ha librado alguna vez de una situación que sea complicada?