De vez en cuando me invade la nostalgia y me paro a pensar en mi pasado. Y cuando lo hago, me doy cuenta de lo difícil que ha sido crecer sin ver reflejada mi realidad en el mundo que me rodea. Sin referentes, en la más completa invisibilidad. Como joven lesbiana, he sentido muchas veces esa sensación de no pertenecer, de no encontrar mi lugar en una sociedad que parece ignorar mi existencia. Y no estoy sola en esto; muchas de mis amigas compartían la misma experiencia.

Un vistazo a nuestro entorno

Recuerdo las tardes de mi adolescencia, pegada al televisor, buscando algún personaje con el que pudiera identificarme. Pero las lesbianas brillaban por su ausencia o, cuando aparecían, lo hacían de forma tan estereotipada que resultaba casi ofensivo. ¿Dónde estaban las mujeres como yo? ¿Acaso no existíamos más allá de los clichés?

La soledad del descubrimiento: Invisibilidad

Descubrir tu orientación sexual sin referentes es como navegar en un mar bravo sin brújula ni faro. Recuerdo la confusión, el miedo y la soledad que sentí cuando empecé a darme cuenta de que me gustaban las chicas. No tenía a quién acudir, nadie que me dijera que todo iba a ir bien, que era normal y que podía ser feliz siendo quien era.

El peso del silencio

Lo más duro, quizás, ha sido el silencio. En clase, en los libros de historia, en las conversaciones familiares… parecía que las lesbianas no existíamos. Este silencio no solo nos borra, sino que nos hace dudar de nosotras mismas. ¿Cuántas veces me he preguntado si estaba sola en esto? ¿Cuántas veces he dudado de mis sentimientos por falta de ejemplos?

La búsqueda de espejos

Con el tiempo, aprendí a buscar mis propios referentes. Internet se convirtió en mi aliado, descubriendo comunidades, blogs y vídeos de otras chicas que compartían sus experiencias. Fue como encontrar un oasis en medio del desierto. Por fin podía ver que había otras como yo, que mis sentimientos eran válidos y que podía aspirar a una vida plena y feliz.

El cambio que queremos ver

Ahora, mirando hacia atrás, me doy cuenta de lo importante que es combatir esa invisibilidad, alzar la voz. Cada vez que hablo abiertamente sobre mi orientación sexual, cada vez que muestro afecto a mi pareja en público, soy el referente que tanto quise tener. Y aunque a veces da miedo, sé que es necesario.

Un futuro más inclusivo

Sueño con un mundo donde las jóvenes lesbianas puedan crecer viendo reflejadas sus experiencias en los medios, en la literatura, en la política y en todos los ámbitos de la sociedad. Un mundo donde no tengan que buscar con lupa para encontrar modelos a seguir. Porque sé, por experiencia propia, lo importante que es sentirse representada y validada.

El camino por recorrer

Todavía queda mucho por hacer. Pero cada paso cuenta, cada historia compartida es un faro para alguien que lo necesita. Y aunque el camino sea largo, vale la pena recorrerlo. Porque al final, se trata de crear un mundo donde todas podamos ser, simplemente, nosotras mismas.

¿No te parece?