Desde pequeña, siempre supe que yo era distinta a otras chicas. Mis amigas estaban siempre hablando de los chicos que les gustaban y se imaginaban con sus futuros novios, pero sinceramente, a mí eso me daba completamente igual. Salí con chicos, intenté hacer todo lo que se supone que debía hacer, pero nunca sentí lo que, al parecer, tenía que sentir. Esto me llevó a preguntaba si había algo raro en mí. El viaje de autoaceptación empezó al darme cuenta de que algo fallaba

Mi primer amor

Mi vida cambió cuando conocí a Laura en una clase de literatura. Nos hicieron trabajar juntas en un proyecto, y desde el primer momento, sentí una conexión especial con ella. Laura tenía una sonrisa que iluminaba la habitación, y su risa era contagiosa. Empezamos a pasar mucho tiempo juntas, y poco a poco me di cuenta de que mis sentimientos hacia ella eran diferentes a cualquier cosa que había experimentado antes. No era solo amistad; me sentía atraída por ella de una manera que nunca había sentido antes, por ningún chico. Yo era joven y no sabía que eso que sentía era ser lesbiana, pero tampoco me importaba demasiado. 

La lucha con mis sentimientos fue parte de la autoaceptación 

Aceptar mis sentimientos por Laura fue un proceso muy difícil. Era mi salida del armario y no sabía cómo hacerlo. Me sentía confundida y asustada. No entendía lo que me estaba pasando y la verdad es que me daba mucho miedo. Me sumergí en el autodescubrimiento sobre la orientación sexual y me consolaba el hecho de leer historias de otras personas que habían pasado por lo mismo. Empecé a comprender que lo que sentía no era raro ni malo; era simplemente parte de quien soy.

El paso definitivo. Y aterrador

 Me acuerdo de que un día ya no pude aguantar más y decidí hablar con Laura. Me daba pánico pensar que por esto podía perder a mi amiga, pero tenía que ser honesta con ella y conmigo. Cuando la abordé después de clase y se lo dije, la respuesta me sorprendió muchísimo: ella también sentía algo por mí. Ya te puedes imaginar cómo me sentí. Era tan feliz… El saber que Laura sentía lo mismo que yo me hizo ver las cosas distintas. Yo le gustaba. 

Mi autoaceptación 

Esto hizo, poco a poco, que empezara a aceptarme tal y como era. Tal y como soy. Me di cuenta de que mi orientación sexual no definía quién era por completo, pero era una parte importante de mí. Aprendí a quererme y valorarme, y comprendí que no había nada de malo en ser diferente. Este proceso de autodescubrimiento no fue lineal ni fácil, pero cada pequeño paso hacia la aceptación me hizo sentir más libre.

El siguiente paso fue decírselo a mi familia y amigos. Aunque tenía mucho miedo, sabía que para vivir de verdad necesitaba ser honesta con las personas que quiero. La mayoría de mis seres queridos me apoyaron y aceptaron tal y como soy. Hubo momentos difíciles y no todos reaccionaron de manera positiva, pero encontré una red de apoyo que me hizo más fuerte.

– Isa

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