Nuestro país ha pasado por capítulos muy oscuros en su historia, y hoy te quiero hablar de uno de ellos. La Santa Inquisición, activa principalmente durante los siglos XV a XVIII, fue una institución fundada por Tomás de Torquemada que buscaba mantener la ortodoxia católica y eliminar cualquier forma de herejía. Sin embargo, poco se habla sobre cómo esta persecución afectó a las lesbianas.

El contexto religioso y social de la España de la Santa Inquisición

En la España de la Inquisición, la iglesia jugaba un papel central en la vida de la sociedad, donde las estrictas normas morales y la rigidez doctrinal del catolicismo dominaban el pensamiento colectivo. La diversidad sexual, en particular la homosexualidad, era considerada una amenaza para la moralidad y la estabilidad social.

Las lesbianas estaban bajo la lupa de la Inquisición 

Si bien cualquier persona que se desviara de la doctrina era el blanco de la ira de la Santa Inquisición, las lesbianas lo eran especialmente, puesto que veía sus relaciones como una desviación de la norma establecida por la Iglesia. La persecución se intensificaba aún más cuando estas mujeres se atrevían a expresar su identidad o a desafiar las expectativas tradicionales de género. Por ello, utilizaba muchas técnicas y tácticas para descubrirlas y perseguirlas: había espías en las comunidades locales que informaban sobre lo que se consideraban comportamientos sospechosos. 

La simple sospecha de homosexualidad podía resultar en arresto, interrogatorio y, en muchos casos, en ejecuciones públicas.

Juicios injustos y castigos de extrema dureza

Los juicios de la Santa Inquisición eran tremendamente crueles. Las lesbianas eran sometidas a interrogatorios, a menudo acompañados de torturas físicas y psicológicas, para conseguir que las mujeres dijeran que sí, que eran lesbianas. Las que admitían su orientación sexual se tenían que enfrentar a penas extremas, como la cadena perpetua, la confiscación de propiedades y, en más casos de los que puedes pensar, la ejecución pública de la manera más cruel posible. 

Pero es que incluso aquellas lesbianas que lograban evadir la muerte o el castigo no escapaban del estigma social. La etiqueta de hereje o pecadora perseguía a estas mujeres el resto de sus vidas, limitando sus oportunidades y relaciones personales. Debían llevar de por vida la letra escarlata. 

A pesar del clima hostil, algunas comunidades lesbianas encontraron formas de resistir en la clandestinidad. Redes de apoyo se tejían en secreto, proporcionando un refugio para aquellas que vivían con miedo constante.

La lucha por la memoria y por la justicia 

A pesar de que han pasado muchos siglos desde los tiempos de la Santa Inquisición, la memoria de la persecución de las lesbiana aún sigue viva. Es más, aún se nos persigue. Grupos de activistas y defensores de los derechos humanos trabajan muy duro para dar visibilidad a estas historias olvidadas, exigiendo justicia y reconociendo la brutalidad sufrida por las lesbianas de la época.

En algunos casos, descendientes de aquellas víctimas han buscado reparación y disculpas formales por parte de instituciones religiosas y gubernamentales. Este proceso de reconciliación es esencial para sanar las heridas del pasado y construir puentes hacia una coexistencia más respetuosa en la sociedad actual. 

¿Lo sabías?