Oye, ¿has traído linternas? Pues las vas a necesitar si andas navegando por el armario, donde la luz es muy escasa y el humor es la mejor compañía. Yo recuerdo que estar dentro del armario me hizo pasarlo mal, pero también otras con las que me pude reír un montón. Y hoy, aunque siempre digo que hay que salir y ser feliz, te voy a contar algunos momentos con los que bueno, no lo pasé tan mal.
Estar en el armario me hizo ganar sin despeinarme
Recuerdo una Navidad en la que hice una fiesta en casa. Yo estaba por aquél entonces saliendo con una chica, y a mis amigos se les ocurrió jugar a adivinar el tipo de persona que nos gustaba a cada uno. Evidentemente, ellos no sabían que yo era lesbiana, y empezaron a hablar de cómo creían que me gustaban los chicos según lo que conocían de mí. ¿Adivinas qué paso?
Cita a ciegas, pero en el armario
A mí jamás me han gustado las citas a ciegas, y eso te lo puede decir cualquiera que me conozca. La cosa es que una vez, cuando aún no había salido del armario, esos mismos amigos de los que te hablo me organizaron una con un chico. El resultado no fue tan malo como yo me esperaba. Entre mis amigos, había una chica a la que yo no conocía, y resultó que hablando con ella, descubrimos que nos gustaba la misma comida, el mismo tipo de cine y la misma música. Luego, nos pasamos hablando de la misma actriz más de media hora. Al final, la cita con el muchacho, que me cayó genial y hoy es un gran amigo, se convirtió en una cita con la que hoy es mi mujer. Sin que nadie lo supiera, claro.
Me convertí en una autoridad en excusas
Ya no lo necesito, pero el ocultar ser lesbiana me convirtió en la mayor autoridad mundial en excusas. Desde explicar mi obsesión con Ellen hasta por qué siempre me apuntaba en el gimnasio a la clase de una monitora concreta, mis excusas eran de nivel dios. Bueno, al final, mi trabajo como creadora de contenidos me dio resultado, ¿no?
Camilo Sesto se quedaba en pañales a mi lado
Camilo Sesto, sí, el cantante español, siempre me ha fascinado. A ver, yo creo, y toda España, que es homosexual, pero jamás ha dicho nada. Si analizas sus canciones, es el rey de la ambigüedad. Siempre utiliza pronombres y palabras que podrían hablar tanto de un hombre como de una mujer. Pues algo así es lo que me pasaba a mí. Me convertí en malabarista de las palabras, esquivando en todo momento esas palabras y pronombres que pudieran delatarme. Mis conversaciones eran un juego constante de palabras cruzadas en el que cada respuesta correcta me acercaba más a la victoria secreta de ser yo misma.
Operación: cambio de tema
¿Hay una táctica más efectiva que esa cuando las preguntas incómodas aparecen haciendo peligrar mi supuesta heterosexualidad? No. Mi tía pregunta eso de «¿tienes novio?», y yo cual rayo cambio el tema rápido hacia una anécdota de mi Luke, mi foxterrier, o hablo del último meme que he visto en internet. La distracción es un superpoder.
Bueno, pues ahora cuéntame tú.
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