Sería difícil exagerar la importancia de la filósofa y teórica del género estadounidense Judith Butler, tanto para los intelectuales como para las comunidades queer. Hay libros académicos, cursos universitarios, clubes de fans, páginas de redes sociales y cómics dedicados al pensamiento de Butler.
Ellas (el pronombre preferido de Judith Butler) no inventaron por sí solas la teoría queer ni la actual proliferación de identidades de género, pero a menudo se atribuye a su trabajo el haber contribuido a hacer posible estos desarrollos.
Judith Butler, una vida dedicada a su trabajo
A su vez, los movimientos políticos han inspirado a menudo el trabajo de Judith Butler. Formó parte de la Comisión Internacional de Derechos Humanos de Gays y Lesbianas, intervino en las protestas de Occupy Wall Street, ha defendido las campañas de Boicot, Desinversión y Sanciones, y además, rechazó un Premio al Valor Civil en Berlín por los comentarios racistas de los organizadores.
Esto ha dado lugar a veces a controversias. Algunos movimientos de derechas y figuras religiosas apegadas a los roles de género conservadores han visto a Butler como una amenaza para la sociedad. Esto resulta irónico, dado que la obra de esta mujer siempre ha mantenido un compromiso muy fuerte con la justicia, la igualdad y la no violencia.
Performatividad de género
El concepto más influyente en la obra de Butler es la «performatividad de género». Esta teoría se ha ido perfeccionando en sus escritos a lo largo de varias décadas, pero se aborda más directamente en Gender Trouble (1990), Bodies That Matter (1993) y Undoing Gender (2004).
En estas obras, Judith Butler se propone cuestionar las concepciones «esencialistas» del género: en otras palabras, las suposiciones de que la masculinidad y la feminidad vienen dadas de forma natural o biológica, de que la masculinidad debe ser interpretada por los cuerpos masculinos y la feminidad por los femeninos, y de que estos cuerpos desean naturalmente su «opuesto».
Al vivir en comunidades de gays y lesbianas, incluso en los círculos feministas, estas suposiciones daban lugar a vidas inhabitables para quienes no seguían las expectativas de género.
Por ello, Butler se propuso cuestionar el modo en que las descripciones de las formas actuales de interpretar la masculinidad y la feminidad suelen tomarse también como valores sobre la forma correcta de hacer género. Utiliza el concepto de «normas» de género para describir esta confusión de lo que «es» con lo que «debería ser», una confusión que nos impide ver otras posibles formas de vida como legítimas, o incluso imaginar tales posibilidades.
Término performatividad
En cambio, Butler propone que el género no es biológico, sino «performativo». El término «performatividad» no significa simplemente actuación. Podemos pensar en él en términos del concepto de «enunciado performativo» del lingüista J.L. Austin, que se refiere a un enunciado que provoca lo que afirma. El ejemplo clásico es «Os declaro marido y mujer». Pronunciadas por una persona aprobada socialmente para hacerlo, estas palabras crean una pareja casada.
Butler sostiene que el género funciona de esta manera: cuando nombramos a un niño como «niña» o «niño», participamos en su creación. Al hablar de las personas (o de nosotros mismos) como «hombre» o «mujer», estamos en el proceso de crear y definir esas categorías.
Algunas teorías de género distinguen entre «sexo» biológico y «género» social, pero Butler lo considera contraproducente. Para Butler, no tiene sentido hablar del «sexo» biológico al margen de sus significados sociales. Si existe tal cosa, no podemos encontrarla, porque nacemos en un mundo que ya tiene una comprensión particular del género, y ese mundo nos dice retrospectivamente el significado de nuestra anatomía. No podemos conocernos a nosotros mismos fuera de esos significados sociales. De hecho, gran parte de la obra de Butler nos recuerda que no podemos conocernos del todo.
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