Pues sí. Pero es normal esto si pensamos que Irlanda es un país eminentemente católico, ¿no? En la década de los 90 ser homosexual y que te dijeran que ibas a ir al infierno era muy normal. Es más, una de esas lesbianas irlandesas, la escritora Orla Doherty, con motivo del Día Nacional de la Revelación (el pasado 11 de octubre) ha reflexionado sobre cómo ha cambiado la actitud hacia las personas del colectivo desde que ella era pequeña.
«Desde muy joven supe que algo no iba bien y creo que se debe a la educación católica»
La escritora cuenta que en su día, el darse cuenta de su homosexualidad fue algo que quiso enterrar bajo la alfombra. Tenía mucho miedo de hablar de el tema, pero todas las personas lo tenían. Cuando estaba en el colegio tenía que fingir que le gustaban los chicos, y salía con ellos, y para poder encajar con los demás tenía que abrazar la religión y a las chicas en secreto.
Fue muy duro para ella cuando viajó a Lourdes (Francia) con su abuela para alejarse de todos los que la rodeaban, le decían que estaba condenada a ir al infierno.
Se fue al extranjero, igual que muchas lesbianas irlandesas
Como tantas lesbianas irlandesas, dejó su país para irse al extranjero y fue en Inglaterra donde se enamoró por primera vez de una mujer.
La relación no duró y Orla regresó a Irlanda y a su familia en el año 92 con el corazón roto y sin nadie con quien poder hablar.
En ese momento, la homosexualidad masculina seguía siendo ilegal en Irlanda y la escena LGTB seguía siendo clandestina y estigmatizada. Orla empezó a frecuentar pubs gay y a hacer sus primeros amigos irlandeses del colectivo. Según ella misma cuenta, escribió a su madre y le dijo que la gente con la que salía era gay, y que ella era una de esas personas. Ni siquiera podía decir que lo era. Al parecer, dejó la carta en la mesa de la cocina y se fue a la playa con su perro. Al llegar, su madre estaba sentada con un whisky caliente y una taza de té.
Irlanda no era país para lesbianas
Su madre, según cuenta la escritora, no se tomó en serio la carta. Creyó que era una fase, y así se lo dijo a su hija. Sin embargo, su padre no tardó mucho en darse cuenta de que no era algo pasajero, y porque sabía que la Irlanda de los 90 no era un buen lugar para ella, le sugirió que se marchara a los Estados Unidos.
A Orla le gustó la idea, participó en el sorteo de la Green Card y la ganó. Acto seguido, hizo sus maletas y se marchó. Llegó a California, donde se sintió florecer como persona pese al fuerte vínculo que le unía con Irlanda. Después de que su país legalizara la igualdad matrimonial en el año 2015, volvió a casa.
¿Qué habrías hecho tú?
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