Salí del armario como lesbiana al final de mi adolescencia, pero todavía me sentía reprimida por mi aspecto. Algunos años después me decidí a hacerme un corte de pelo, finalmente di el paso, e inmediatamente me sentí mucho mejor. Puedo decir que, de alguna manera, me liberó.
Un corte de pelo que me ayudó a sentirme yo misma
Recuerdo llegar a la peluquería a la que iba habitualmente y esperar. Cuando me sentó en la silla, mi peluquera me sostuvo la cabeza y no dejaba de mirarme. Me dijo: «te entiendo, quieres sentirte quien eres de verdad. Eso podemos arreglarlo», y yo no dejaba de mirarme al espejo. Unos 40 minutos más tarde mi pelo, que me llegaba por la espalda, había sufrido un corte de pelo radical. Inmediatamente pensé «qué he hecho. Ahora me van a llamar bollera, van a saber que soy homosexual«, pero al momento me volví a mirar al espejo, miré a mi peluquera y me dijo, «chica, estás genial».
Entonces, yo me miré y pensé, «¿Y qué pasa si lo saben? Acaso no soy lesbiana?». Y a día de hoy aún lo pienso. ¿Qué más me da lo que piensen los demás?
La gente suele hacerse un corte de pelo radical en respuesta a acontecimientos que cambian la vida, como una ruptura o la pérdida de un ser querido. Yo me corté el pelo porque quería aceptar lo que sentía como lesbiana. Y la verdad es que me ayudó mucho.
¿Por qué conformarse con lo que no se es?
Soy inconformista desde que puedo recordar. Cuando tenía cuatro años, no me quise poner un traje de gitana que me compró mi madre con mucho esfuerzo, y cuando hice la Comunión me manché a propósito el vestido con un vaso de Cola Cao para recibir este sacramento en vaqueros. Y ya, para colmo, me regalaron una Barbie en uno de mis cumpleaños.
Hoy en día sé perfectamente que mi madre y mis hermanos me quieren por lo que soy y tal y como soy, pero eso era algo de lo que no estaba segura cuando tenía 13 años. Ella me ha criado en un entorno en lo que lo normal es ser hetero y adaptarse a las normas y convencionalismos sociales, y pensé que no lo aceptaría. Y para colmo, en el instituto vi cómo las palabras lesbiana u homosexual servían para insultar.
Así que lo decidí. Tenía que hacerme un nuevo corte de pelo. Para aceptarlo yo, y decirlo sin palabras.
Llegando a la peluquería
Lo cierto es que mi corte de pelo me ayudó mucho, pero me costó dar el paso. Creo que pedí como seis o siete citas antes de decidirme, y cada vez que pedía cita mi peluquera me preguntaba si esta vez era la definitiva, a lo que yo respondía con un tajante Sí. Pero al final, siempre llamaba para cancelar, a lo que mi peluquera me respondía, «vale, aún no estás preparada». Pero un buen día reservé y no cancelé. Y al llegar, Eva, mi peluquera, que también era gay, me preguntó «¿estás segura?». Y por respuesta me senté en el lavacabezas. Por fin me hice mi corte de pelo.
A mí me ayudó mucho a aceptarme. ¿Te pasó a ti algo similar? Cuéntamelo en los comentarios.
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