La situación de las lesbianas a lo largo de la historia ha pasado por distintos cambios. El pasado 8 de junio se cumplieron 119 años desde la primera boda entre mujeres en Galicia, protagonizada por Elisa Sánchez y Marcela Gracia. Ocurrió en 1901 en la Iglesia de San Jorge, y su historia ha sido contada por la cineasta Isabel Coixet en una película de la que ya hemos hablado aquí. La pareja fue descubierta, perseguida por la justicia y machacada por la prensa. Esto está recogido también en un libro titulado «Elisa y Marcela», de Narciso de Gabriel. Elisa y Marcela, se convirtieron en precursoras de la lucha por la libertad y la igualdad, aunque probablemente hubiesen preferido no pasar a la historia y tener una vida tranquila en la que su amor no fuese cuestionado. 

Lesbianas a lo largo de la historia

Pero hubo muchas más como ellas, lo que pasa que no es fácil recopilar historias. Algunas solo se pueden rescatar por transmisión oral y otras, han sido recogidas por escrito, desde la perspectiva de hombres heterosexuales, tratadas como algo inmoral, morboso o clínicamente enfermo. La censura social hizo callar a las propias lesbianas, que salvo excepciones, no nos han contado ellas mismas su historia. 

El reconocimiento de la identidad de las lesbianas a lo largo de la historia fue mucho más tardío que el gay. Si bien estuvieron menos perseguidas, esto se debió a su absoluta invisibilidad, algo que aún arrastramos hasta nuestros días. La historia apenas nos cuenta casos de mujeres relevantes y lesbianas, no porque no las hubiese, sino porque la moral del pensamiento occidental, los obstáculos religiosos, los prejuicios de las distintas épocas y los miedos, han logrado eliminar de la memoria colectiva todo aquello relacionado con esta orientación sexual.

Esto lleva a presuponer la heterosexualidad de grandes mujeres que fueron figuras históricas. En sus biografías, se ignora por completo esta parte de su existencia. Como ejemplo nos sirve el caso de Jane Addams, que fue la primera mujer en presidir la Conferencia Nacional del Trabajo Social en los Estados Unidos a principios de siglo XX. O el de Emily Dickinson que también mantuvo relaciones con varias mujeres. O Eleanor Roosevelt, primera dama de Estados Unidos, que tuvo amoríos bastante evidentes con algunas ‘amigas’. Y muchas más. 

De la normalización a la censura

La pionera y la más célebre lesbiana fue Safo, cuya historia contábamos en esta entrada. Tiempo después en la antigua Roma, el historiador Plutarco hablaba en sus escritos de los baños públicos exclusivos para mujeres casadas que querían intimar con otras mujeres, generalmente esclavas expertas en satisfacer deseos femeninos.  También han quedado recogidos algunos datos de matrimonios entre personas del mismo sexo, incluyendo entre mujeres, y con la misma validez que las bodas heterosexuales. 

Pero luego llegó el cristianismo y en la Edad Media europea toda referencia histórica a relaciones lésbicas desapareció por completo. Aunque no su existencia, obviamente. De hecho, para evitar el pecado, a principios del siglo XIII, se prohibió que las monjas durmiesen juntas en los conventos. Y las lámparas debían estar encendidas toda la noche.

Tres siglos después surgió la veneración por la amistad romántica femenina. Esto sirvió para que muchas lesbianas pudiesen estrechar lazos sin ser censuradas por la sociedad. En la Edad Moderna, tampoco se habla explícitamente de las relaciones amorosas y eróticas entre mujeres. A pesar de que encontramos personajes tan importantes como Juana de Arco, Catalina de Erauso y la reina Cristina de Suecia, que decidió abdicar para no casarse con un hombre. 

Aún en el siglo XX la homosexualidad era castigada con penas de cárcel y las bodas entre iguales no tenían ninguna validez legal. Pero han llegado imágenes hasta nuestros días de parejas de mujeres valientes como Elisa y Marcela, que se enfrentaron a las prohibiciones y la crítica social. Todo lo que tenemos hoy, ha sido gracias a ellas.

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