El cine queer no siempre fue ha estado muy bien considerado, pero con el tiempo se ha visto que tiene una gran audiencia, y que, por otro lado, se pueden hacer sátiras con las que muchas personas se sienten identificadas. Y por eso, esta de la que vamos a hablar se considera una película lésbica de culto.

Hay muchas ocasiones en las que una película se rechaza por parte de los críticos y el público, pero luego hay personas a las que les encanta. Esto es lo que ha sucedido con esta película lésbica de culto. Este mes se cumplen 20 años del estreno de But I´m a cheerleader, y hoy por hoy es una película de culto entre el público.

But I´m a cheerleader, una película lésbica de culto que tienes que conocer

Esta película es una comedia típica de adolescentes gays y lesbianas cuyos padres los envían a un campamento de verano para ser sometidos a una de esas terapias de conversión típicas y que todas conocemos. Y, sin duda (yo la vi hace unos cuántos años) es una cinta que se adelantó a su tiempo.

La cinta fue la puesta de largo del director Jamie Babbit. Cuenta la historia de la animadora Megan (interpretada por Natasha Lyonne), que tiene 17 años. Su familia y amigos se empiezan a dar cuenta de que a ella no le gustan los chicos, sino las chicas.

Tras hablar con Ru Paul como «ex- homosexual», los padres la envían al centro True Directions, donde la animadora se tratará de su lesbianismo a través del proceso de los cinco pasos. Y cuando acaben, ya estará curada. Pero en vez de eso, Megan conoce a la chica de la que se enamora, Graham.

Una película que no se aceptó en su momento

Cuando But I’m a Cheerleader apareció por primera vez en la pantalla, los críticos la despedazaron. Criticaron desde la paleta de colores que aparecen en la película hasta la relación «negativa» con las cintas de John Waters. También se criticó mucho a los personajes, y la película recibió la calificación parental para mayores de edad, a pesar de que en la película no hay escenas sexuales explícitas.

A finales de los años 90 y principios de los 2000 no existía un interés en mostrar a la comunidad LGTB, como ocurre hoy, que el interés ha crecido. Una relación entre persona del mismo sexo en pantalla era algo muy polémico, y por eso esta cinta se vio como algo totalmente rompedor.

Los personajes de la película son muy alegres para el momento en el que se hizo, aunque los críticos nunca lo aceptaron. Hoy en día la sociedad que pinta la cinta se percibe como una sátira, es más, hoy las personas que la criticaban en el año 2000 la alaban.

A But I’m A Cheerleader se le criticó por presentar estereotipos que rozaban lo absurdo, puesto que la sexualidad de los personajes era real, demasiado para que fuese censurada. El público rechazó la película porque les pareciera muy extraña. No obstante, años después, se ha convertido en una película de culto entre la comunidad LGTB.

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