Junio es el mes del Orgullo, y por eso, quiero aprovechar para reivindicar un buen uso de la palabra «lesbiana». Enteraos, heteros del mundo, la palabra «lesbiana» es un estigma cuando la usáis mal. Somos mujeres y somos lesbianas, dejemos ya de llamarnos a todas y a todos «gays», esos son los chicos.

Lo cierto es que hace ya mucho tiempo que me pregunto por qué una palabra como «lesbiana» es un estigma, con los avances que se han producido en el mundo a nivel LGTB, seguimos teniendo esa palabra como algo muy negativo.

¿La palabra «lesbiana» es un estigma?

Yo creo que sí. En los 41 años de vida que tengo, nunca he visto que nadie se sienta de esa palabra, salvo yo. Cuando alguien me pregunta si soy gay lo que respondo es no, soy lesbiana. Bollera, tortillera… son palabras despectivas a las que me he tenido que acostumbrar, pero da igual, el problema no es mío, es de quienes me llaman así, que casualmente, cuando quieren ser correctos, me llaman gay. Que no, que soy lesbiana.

A lo mejor lo que estoy diciendo os coge de sorpresa. De hecho, cuando le comenté a mi madre hace poco la idea de este artículo me respondió un taxativo:

¿Pero por qué la palabra «lesbiana» es un estigma?

Mi madre

Yo le dije que me pregunto lo mismo desde hace un montón de tiempo. Pero analizando la experiencia que tengo y de las lesbianas que me rodean (que son muchas), me lancé a hacer una encuesta entre las que conozco y otras a las que he preguntado por internet.

Son muy poquitas las que me han respondido que se sienten muy a gusto llamándose «lesbianas» (ojo, un 33% de 120 mujeres), mientras que un 70% de ellas prefieren llamarse a sí mismas «gays». Bueno, no quiero entrar en cuestiones personales, pero sinceramente, me llama mucho la atención.

De hecho, una respuesta que me dio una chica de Sevilla me llamó la atención especialmente. Me dijo que no le gusta que la llamen así porque suena a «viciosa» y que por eso le da mucho asco.

Ostras, qué curioso.

Un insulto para muchas personas

Pero cuando te paras a pensar, «lesbiana» es un estigma en parte porque esa palabra y sus muchos sinónimos despectivos hoy en día todavía son insultos fuertes para muchas mujeres que no encajan en el concepto de feminidad que establece esta decadente sociedad.

No es ninguna novedad, ya que las activistas feministas eran calificadas como lesbianas diabólicas y comunistas que quemaban sus sujetadores porque odiaban a «los machos». Lo único que querían era romper la sociedad de ese momento, y, por si fuera poco, eran feas (es decir, que se escapaban de las normas sociales y convencionalismos). Por supuesto, ningún hombre se quería casar con ellas.

Otra cosa que me llama la atención es que, aunque había muchas lesbianas feministas, algunas activistas importantes eran anti-lesbiana, como Betty Friedan.

El uso de la palabra «gay»

Esa palabra es muy habitual para denominar a toda la comunidad, pero, ¿no deberíamos llamar las cosas por su nombre? Llamar gay a una lesbiana es el fruto de un intento de crear una normalidad centrada en el hombre, y esto también es palpable con la bandera del arco iris.

Si bien la bandera nació para representar a los chicos homosexuales, en algún momento se volvió la bandera de todos. Esto es genial para las empresas que pueden explotar a nivel económico el mes del orgullo que pretenden difundir que la norma es esa.

¿Pero es igual de positivo para nosotras? Yo creo que no. Piénsalo.