Si bien hay que celebrar la consecución del derecho a voto de algunas mujeres (sufragio femenino), es muy importante que nosotras reconozcamos a las líderes lesbianas del movimiento que lo hizo posible.
Fueron tres mujeres cuyas relaciones entre ellas recuerdan mucho a las relaciones lésbicas, las que enarbolaron la bandera del sufragio femenino en 1911. Nos referimos a Jane Addams, Sophonisba Breckinridge y Anna Howard Shaw. Si echamos un vistazo a la historia de estas tres mujeres, vemos que su vida fue un factor clave en su forma de hacer política. Precisamente por su orientación sexual, no trataron de hacer más visibles las diferencias entre las personas, sino que, con la petición del sufragio femenino lucharon por la igualdad de derechos entre norteamericanos y norteamericanas.
Somos diferentes: un argumento para lograr el sufragio femenino
Es cierto que los argumentos esgrimidos cambiaron desde la petición de la justicia natural hasta la enfatización de las diferencias de género durante esta época. En un documento que se considera la Biblia de la lucha para conseguir el sufragio femenino, la Declaración de Sentimientos de 1848, se afirma la igualdad entre hombres y mujeres, pero al entrar el siglo XX, una gran parte de este movimiento sufragista mostraban las diferencias entre hombres y mujeres. Una de sus herramientas para conseguir el apoyo masculino fue hacer un símil entre la limpieza y la política, diciendo que la limpiarían.
Algunas sufragistas no se quedaron ahí, sino que también se esforzaron por hacer notar otras diferencias, como la de la raza o la clase. Es el caso de Elizabeth Cady Stanton, pionera de este movimiento.
Nuevas líderes para los nuevos tiempos
En el año 1911, la National American Woman Suffrage Association, la membresía nombró vicepresidenta primera a Jane Addams, y a Sophonisba Breckinridge como segunda. Las dos se incorporaron al equipo comandado por Anna Howard Shaw, una ministra que ejerció la presidencia de la asociación desde 1904 a 1915. Y las tres eran lesbianas.
No obstante, ninguna lo afirmó públicamente, a pesar de que era de sobras conocido. Shaw tuvo en su pareja y secretaria, Lucy E. Anthony, a su más estrecha colaboradora en esta ardua tarea.
Por su parte, Jane Addams, tuvo una relación muy larga con una filántropa muy conocida de la época, Mary Rozet Smith, que fue un apoyo incondicional para ella. Por su parte, Breckinridge, mantuvo una relación con Edith Abbott, decana de la Facultad de Servicios Sociales en la Universidad de Chicago. Ella fue quien convirtió a Breckinridge en una pionera en ese campo.
La promoción de la feminidad
Los que se oponían al sufragio femenino pintaban a estas mujeres como ‘haters’ totales de los hombres, con un aspecto muy masculino, todo para desacreditarlas. Para luchar contra ellos, las sufragistas fomentaron su imagen femenina.
También le dieron más fuera al rol de la mujer como esposa y madre. Addams y Breckinridge eran fundadoras del Club femenino de Chicago, que creó un anuncio mostrando la conciliación de la vida doméstica y el gobierno local, lo que la Asociación Sufragista adoptó.
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