Los países africanos no son precisamente un ejemplo a seguir en materia de derechos LGTB, y nos lo confirma una vez más el caso de una mujer lesbiana que se refugió en Estados Unidos que ahora se enfrenta a la deportación a Uganda, su país de origen.

La cosa es que una lesbiana ugandesa que cruzó la frontera entre Estados Unidos y México en busca de asilo ahora tiene que volver a su país, Uganda, donde es un delito ser homosexual. Y además, es un delito muy grave.

La medida, que proviene (cómo no) del Presidente Donald Trump y su administración, ha sorprendido a todos. No obstante, el Ejecutivo norteamericano afirma que se produce debido a que una persona refugiada por ser homosexual no va a tener ningún problema con la ley en Uganda. (¿Qué?¿Está loco?)

Pero la cuestión es que la deportación a Uganda podrá costar a la muerte a esta mujer, ya que el país ha anunciado hace muy poquito que está considerando en castigar este delito con la ejecución. Se trata de un país francamente peligroso y hostil para homosexuales, bisexuales o transexuales. Lo que es seguro, es que es un país muy poco seguro para nosotros.

Castigada con la deportación a Uganda, un país donde fue maltratada y violada

Estados Unidos está haciendo gala de una gran represión, no solamente a los inmigrantes, a los que tratan peor que nunca, sino con el colectivo, que también está viendo cómo sus derechos se ven cada vez más recortados. Y la culminación es la deportación a Uganda de esta mujer aún sabiendo que lo más probable es que muera en cuanto ponga el pie en el país africano.

Por ese motivo se marchó a Estados Unidos

Margaret, que así se llama esta mujer, había esperado durante meses en un refugio al sur de la frontera a que los Grupos Beta, una división del Instituto Nacional de Migración de México, procesara una solicitud de asilo. La abogada de Nuevo México, Nancy Oretskin, visitó a Margaret y a una amiga llamada Kodi a cruzar la frontera y buscar asilo en los Estados Unidos, a pesar de los esfuerzos de la administración de Donald Trump para dificultar el proceso.

Oretskin afirmó que creía firmemente en que podrían conseguirlo si se les daba a estas mujeres una oportunidad, ya que en su país de origen corrían un serio peligro de muerte.

Cuando cruzaron la frontera, la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos les permitió pasar, pero las separaron rápidamente de su abogada.

Margaret llamó a Oretskin semanas más tarde con la noticia de que las autoridades estadounidenses determinaron que no tenía «temor creíble» de persecución con la deportación a Uganda. Le dieron una fecha para presentar su caso ante un Tribunal de Apelación, y de momento, está en un centro de detención de El Paso, Texas, pero si pierde su apelación será puesta en un avión a Uganda.

¿No vivimos en un mundo cruel y sin piedad?