Por si no lo sabías, Cristina de Suecia es todo un icono lésbico. La reina Cristina, que reinó durante el siglo XVII, fue una auténtica transgresora. No solo vestía con ropas de hombre, sino que fue educada más como príncipe que como princesa.

Un icono lésbico ocultado por los historiadores

Cristina no solamente heredó el trono a los seis años, sino que demostró de manera palpable que era una reina diferente. Prefería usar indumentaria masculina, algo escandaloso para la época. Además, siempre estuvo rodeada de cierta ambigüedad sexual. Tanto es así que se rumoreaba que su dama de compañía era en realidad su amante.

Para su deleite, fue educada más como un príncipe, que como una princesa, como podía esperarse en aquellos tiempos. Aprendió a montar a caballo, esgrima, hablaba varios idiomas y estudió los textos clásicos. También mostró ser una persona muy culta e inteligente, así como una gran amante del arte. De hecho, fue mecenas de numerosos artistas y apoyó también el teatro y el ballet con importantes sumas de dinero.

La biblioteca personal de la reina era objeto de consulta por los pensadores más ilustres. Su apetito de conocimiento en todas las materias la llevó a contratar a Descartes como instructor personal en filosofía. Pero no contenta con eso también estudió astronomía, teología e historia.

Por otro lado, Cristina se negó a tener hijos y a casarse. Esto era algo totalmente impensable, más tratándose de una reina. Por este motivo, nuestro icono lésbico duró poco en su cargo. Fue coronada en 1648 y abdicó en 1654 en su primo Carlos Gustavo, después de negarse a contraer matrimonio.

La huida de Cristina de Suecia

Cansada de sus obligaciones soberanas y sobre todo de las imposiciones que el Consejo del Reino, la reina huyó de Suecia. Después de coronar a su primo en el castillo de Upsala, se despidió de todos y emprendió rumbo a Flandes. Allí, bajo la protección de Felipe IV se convirtió al catolicismo, pues hasta ese momento era protestante.

En 1655, un año después de su huida y conversión religiosa, el más importante icono lésbico del siglo XVII se mudó a Roma. En la ciudad italiana comenzó una nueva vida, bautizada bajo el nombre de María Cristina Alexandra Vasa. Allí se las ingenió para crear su propia corte real de admiradores y aristócratas.

Su vida se centró sobre todo en aumentar su ya extensa colección de arte y a dar fiestas y recepciones. Tanto despilfarro la llevó casi a la ruina, a pesar de recibir una compensación económica de la corona sueca. Sus buenas relaciones con un importante cardenal la salvaron de la quiebra y la ayudó a establecerse en el Palazzo Corsini.

Después de varias idas y venidas a Suecia para asegurar su patrimonio y sustento económico, la reina se quedó definitivamente en Roma. En esta ciudad murió el 14 de abril de 1689, dejando como único heredero de toda su fortuna al cardenal Azzolino.

Si dejó como único heredero a un cardenal, hemos de suponer que nuestro icono lésbico no tenía amante en sus últimos días. Quizás, quien sabe, su fervor religioso la hizo renegar de sus instintos más básico y humanos.