Se puede decir que las Pussy Riot son ya todo un emblema en Rusia. Es un país que, a pesar (o a causa de) su profunda homofobia, nos obsequia con mujeres valientes que elevan la visibilidad lésbica a lo más alto del activismo. Ya ocurría en el año 2000 con las fantásticas Tattoo, aunque no tienen mucho que ver con las protagonistas de este artículo.

¿Quiénes son las Pussy Riot?

Las propias Pussy Riot se autodenominan como un colectivo urbano de estilo y música punk. Llevan a cabo algunos actos dirigidos principalmente contra la iglesia ortodoxa del país y con las campañas homofóbicas encabezadas y apoyadas por el presidente Putin. Su etapa de mayor relevancia tuvo lugar en el periodo anterior a que se celebrasen los Juegos Olímpicos de Sochi, en el año 2014.

En realidad, de lo que ocurre en Rusia no nos llegan demasiadas noticias, por su hermetismo político. Sin embargo, el atrevimiento de las Pussy Riot no se ha podido contener dentro de sus fronteras.  Este grupo de guerreras despliegan sus acciones reivindicativas a lo largo y ancho del país y de forma totalmente inesperada. Por lo general suelen ser una especie de performance llamativas cuyo propósito es conseguir captar muy rápidamente la máxima atención de la población. Las letras de su música arremeten contra las principales problemáticas del país que a día hoy son la religión y la homofobia, que suelen ir de la mano. 

Represión LGBT en Rusia

Desde el momento en que cayó la Unión Soviética, Rusia pasó a ser un país occidental más envuelto en el sistema capitalista. Esto ha hecho que, junto a productos de consumo, se hayan importado determinados comportamientos que hasta entonces estaban reprimidos y ocultos bajo llave en las los fríos sótanos de este vasto país. Y llegó a la vida política Vladimir Putin. Este político conservador de mirada fría y cruel y que gobierna con mano de hierro, se ha alzado como abanderado de la protección de la familia tradicional y la iglesia, y por lo tanto es favorable a secundar campañas para perseguir la homosexualidad. 

Dice que Rusia debe volver a ser grande, lo cual implica eliminar toda influencia extranjera. La libre expresión de la orientación sexual es considerada como un hábito extranjero también, algo que el la verdadera Rusia no existía. Sí, suena a broma, pero este señor está convencido de ello. Esto ocurre también en otros países donde se considera que la homosexualidad es una moda del siglo XXI derivada de unas costumbres demasiado relajadas, unas normas muy permisivas y de la globalización.

Por suerte, las nuevas generaciones de jóvenes, se sublevan fuertemente a estas ideas represivas y casposas, por lo general los más cosmopolitas en ciudades como San Petersburgo o Moscú. Este panorama convierte a Rusia en una sociedad enfrentada y en conflicto, donde los estilos de vida tradicionales chocan fuertemente con los jóvenes actuales que desean vivir conforme a los tiempos modernos. 

Allí, cualquier reivindicación relativa al colectivo LGTB o cualquier publicidad sobre el tema, esta perseguido y penado. Por eso la existencia y la labor de las Pussy Riot es tan admirable y tan necesaria, y la vía radical es a veces la única posible.