La transexualidad ya no es un trastorno mental, gran noticia para el mes del Orgullo. Pero hagamos un repaso histórico. Tiremos de hemeroteca. En 1977 la conocida revista Diez Minutos se hacía eco de las reacciones de los transeúntes, en la primera marcha del Orgullo, ante la presencia de algunos grupos de personas trans. Relataba la indignación, la burla y la repulsión que causaban en el público. Ocurría en las Ramblas de Barcelona. Cuatro mil personas salieron a la calle. La manifestación fue disuelta por la policía con balas de goma.

La transexualidad ya no es un trastorno mental

Han pasado casi 40 años y el trayecto ha sido muy difícil, pero para unos más que para otros. En 1990 (antes de ayer, como quien dice), la OMS decidió revisar su manual internacional de enfermedades. Y retirar la homosexualidad del listado de trastornos mentales. Hace unos días, esta organización publicaba una nueva edición del CIE, el CIE-11, que elimina al fin la transexualidad del apartado de trastornos y enfermedades mentales. Ahora está clasificada en dicho manual, en el capítulo de “condiciones relacionadas con la salud sexual”. Y se denomina incongruencia de género. La transexualidad ya no es un trastorno mental

Esto supone un hito histórico para este colectivo tan duramente tratado y tan incomprendido. Aceptar que la transexualidad ya no es un trastorno mental es un paso más para la aceptación de una realidad que poco a poco se irá normalizando como un forma de diversidad sexual. La persecución de las personas transexuales, ha sido tan (o más) dura que la de los propios homosexuales. Sin embargo, al finalizar la dictadura, no desapareció ni la transfobia ni la homofobia. La Ley de Peligrosidad Social, sustituía a la de Vagos y Maleantes y perseguía a personas de estos colectivos. Continúo vigente unos cuantos años después de instaurarse la democracia.

Por aquel entonces, realmente las personas trans no se las reconocía como tal, sino que se les llamaba travestis. Se entendía que eran gays o lesbianas extremos que exageraban su apariencia para parecerse al estereotipo de hombre o mujer.

Marginación social y médica

Las mujeres transexuales se han visto durante muchos años marginadas al mundo de la noche: espectáculo, cabaret o prostitución. Socialmente se la consideraba como una persona grotesca, que suscitaba la burla y la risa.  El propio colectivo tampoco ayudó mucho, y las personas trans fueron apartadas al considerar que su presencia estropeaba la imagen que el colectivo quería dar a la sociedad.  Sin menospreciar la red de apoyo que los grupos y asociaciones LGBT han supuesto siempre para la gente trans, lo cual no quita, que, a nivel de estrategia, se prefiriese hacerles menos visibles. 

A principios de los años 80, se despenalizaba la cirugía de reasignación de sexo. Aunque durante algún tiempo, algunas personas trans se automedicaban con hormonas por falta de soporte sanitario por parte de médicos que rechazaban esta realidad.

Pero al fin, el colectivo de los médicos comenzó a cambiar su mirada acerca de la transexualidad. Empezaron a inaugurares Unidades de Identidad de Genero en los hospitales para ofrecer una atención adecuada. Aunque aún se consideraban como personas enfermas y no se daba un enfoque como una expresión de diversidad.

En 2012 la transexualidad quedó fuera del manual de enfermedades mentales en el DSM, el libro de cabecera de los psiquiatras. Confiamos en que, tras esta nueva actualización de la OMS, que afirma que a transexualidad ya no es un trastorno mental, la situación de estas personas se normalice mucho más rápidamente.