La otra mirada es sin duda la joya feminista de la cadena televisión española. Esta serie que se estrenó el pasado mes de abril, promete buenos episodios cargados de rebeldía y compañerismo entre mujeres. Y de ese compañerismo surgirán romances lésbicos peligrosos y prohibidos que no nos dejarán indiferentes.

Una serie feminista para despertar conciencias

La historia está ambientada en la Sevilla de los años 20: una academia para señoritas recibe la llegada de una nueva profesora. El centro, fuertemente aferrado a una forma muy tradicional de hacer las cosas, verá cómo sus pilares se tambalean. La búsqueda de la propia voz de este grupo de mujeres es el leitmotiv de la serie.

Las protagonistas

Una inquietante mujer, Teresa (a quien le da vida Patricia López) llega a la academia para pedir trabajo. El poder del personaje se hace evidente: viste con pantalones, fuma y bebe como si fuera un hombre. Para aquella época, esto más que un reto, es toda una provocación a las buenas maneras. La otra mirada aquí abre una puerta al movimiento feminista y el empoderamiento de la mujer.

Ante semejante despliegue de poder, Manuela (Macarena García), la joven directora del centro, no duda ni un momento en darle el puesto de profesora en artes y literatura. Obviamente entre ambas, se desarrollará una amistad muy cercana y especial.

El resto del profesorado de la academia para mujeres no podía ser más adecuado: Luisa, interpretada por Ana Wagener, representa los valores más tradicionales. Del mismo lado conservador está Ángela (Cecilia Freire), fiel reflejo de la mujer en la sociedad de aquella época.

Por otro lado, y entre las jóvenes alumnas, destaca Roberta Luna, genialmente interpretada por Begoña Vargas, con quien Teresa tendrá una relación muy especial. Margarita Ortega-Sánchez, a quien le da vida Lucía Díez, toma el papel de la rival de Roberta Luna. Por otra parte, Flavia Cardesa, de la mano de la actriz Carla Cambra, será quien protagonice la historia de amor más intensa de la academia.

El hilo conductor

El guion está sustentando por un feminismo rotundo, cargado de diálogos y discursos llenos de fuerza y espíritu de lucha. Ideas revolucionarias que, aunque a nosotras hoy en día nos resulten obvias, en los años 20 eran muy rompedoras. Si partimos de la base de una sociedad tradicional como la Sevilla de la época, la idea de no contraer matrimonio, por ejemplo, era poco menos que una herejía.

Temas como no querer hacer tareas domésticas, preferir los pantalones a los vestidos, fumar o beber, eran territorio masculino. En cuanto a la posibilidad de amar a otra mujer, en aquellos tiempos no sólo era algo impensable, sino además muy arriesgado. Aun así, nuestras protagonistas sólo esperan al tercer capítulo para dar vida a una historia lésbica de lo más intensa.

Esta serie tiene todos los elementos necesarios para convertirse en un éxito: ideales, lucha, rebeldía, romances, prohibiciones, y mucha valentía. Además, da visibilidad a las lesbianas de una época en la que aparentemente no existían. Obviamente sí que existían, sólo que estaban ocultas y discriminadas por la sociedad.