¿Cómo era la vida de las lesbianas en la Edad Media? Hoy vamos hacer un poco de historia. No debemos olvidar a aquellas mujeres que, antes que nosotras, sintieron amor y deseo por otra mujer.
Leyes homofóbicas en la Edad Media
Autores como Agustín de Hipona o Juan Crisóstomo, redactaron un discurso de tono homofóbico que fue incluido en diferentes legislaciones de la época. La homosexualidad se catalogaba como un crimen. No era natural y ofendía directamente a Dios. Este era un pecado perseguido implacablemente por la iglesia. El emperador Justiniano dictó duras leyes castigando la sodomía. Después, cuando el territorio pasó a denominarse Hispania, en la Lex Visigotorum se estableció la pena de muerte para los ciudadanos homosexuales. Incluso Carlomagno dictaminó severas leyes persecutorias. Las penalizaciones, parecían ignorar la existencia de las lesbianas en la Edad Media.
A pesar de todas estas normas, no se tiene constancia de que se haya hecho un uso exhaustivo de las mismas. Esto y, otras leyes redactadas que vamos a mencionar a continuación, hace pensar a los historiadores, que al final la cosa se relajó y al final nuestros antepasados medievales, hacían un poco lo que les daba la gana.
Pues bien, sobre esta época comenzaron a aparecer algunos escritos de monjas, clérigos y frailes donde se declaraban amor apasionado y se elogiaba con vehemencia el amor griego. Cuando el cardenal Pedro Damián vio todo esto, se escandalizó sobremanera y trató de incentivar una campaña contra la sodomía. Pero hasta el Papa pasó de él (literalmente). Sin embargo, a finales de s.XII, el papa Gregorio IX decidió poner fin a tanta tolerancia. Como medida, se decretaron varias leyes en las que se prohibía que monjas y monjes durmiesen con compañía. También, que los homosexuales fuesen expulsados y excomulgados.
Lesbianas en la Edad Media
Se sabe que, a pesar de todo, existieron matrimonios entre hombres. La información sobre las lesbianas en la Edad Media es algo más escasa. Según los historiadores también los hubo y se realizaban mediante un pacto de hermandad. Antes de que llegase San Agustín con sus políticas represoras, la mujer tenía un papel más relevante dentro de la iglesia. Llegó a venerarse a mujeres sabias de enorme capacidad dialéctica. O a parejas de mujeres que decidieron unir sus vidas prescindiendo de un hombre.
La vida en los conventos estaba muy regulada con la finalidad de controlar los deseos carnales. Lo que es un claro indicativo de que las lesbianas en la Edad Media eran apasionadas y se buscaban en la oscuridad de sus celdas. Se prohibió que las monjas compusieran poemas o canciones a sus amadas. Lo cual es una tristísima pérdida para la literatura universal. Aunque algunos fragmentos sí nos han llegado, como este de Marie de France, una abadesa del s. XII: “ Cuando recuerdo los besos que me disteis y la forma con que tiernas palabras acariciasteis mis pequeños pechos, quisiera morir porque no os puedo ver “. Bollodrama medieval. Tampoco se les permitía dormir juntas y debían mantener una vela encendida junto a sus camas toda la noche. Por si acaso.
Amor en los conventos
La mayoría de las monjas eran hijas de familias de bien que daban con sus huesos en un convento cuando, por algún motivo, no podían contraer matrimonio. Esto significa que había poca vocación y muchas ganas de vivir.
Hildegard Von Bingen es una de las más conocidas. Una monja mística, pero sobre todo una adelantada a su época. Increíblemente culta y talentosa, fue médica, poeta, política y compositora. Una de las primeras feministas de la historia. Defendió el papel de la mujer en la iglesia, escribió diversos estudios sobre salud ginecológica y se posicionó a favor del aborto en una época en la que las mujeres morían jóvenes, con el cuerpo deshecho de tantos partos. Entre sus escritos se incluye lo que podría ser la primera descripción de un orgasmo femenino. Su apasionada y triste historia de amor con la monja Richardis ha pasado a la historia.
“Yo amaba la nobleza de tu talante, tu sabiduría y tu castidad, y tu espíritu y todo tu ser, hasta el punto que muchos me decían. ¿Qué haces?” (fragmento de una carta de Von Bingen a Richardis tras su separación)
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