Las terapias de conversión sexual aún se llevan a cabo en China a pesar de ser una país donde la homosexualidad está despenalizada. Hace unos meses, la organización Human Rights Watch publicó un informe donde se denunciaba que este tipo de terapias siguen vigentes tanto en hospitales públicos como en clínicas privadas.

Terapias de conversión sexual a través de tortura

Las terapias de conversión sexual en China basan su popularidad en la fuerte presión de la tradición cultural. Según esta, las familias deben tener un hijo varón que contribuya a perpetuar el apellido de la familia. Por eso las parejas homosexuales han de enfrentarse a ese deber impuesto de tener descendencia. Algunas familias chinas pagan grandes cantidades de dinero para que les apliquen un tratamiento a sus hijos. Las terapias de conversión sexual consisten en tratamientos que incluyen hipnosis, fármacos y hasta electroshock.

La organización HRW recopila en sus informes hasta 17 reconstrucciones de casos reales. En estas historias los pacientes fueron sometidos a pseudotratamientos sin fundación científica para tratar de reconducir su orientación sexual. Obviamente en ninguno de los casos, se logró tal propósito.

El Gobierno no interviene

La mayoría de los casos recogidos tuvieron lugar en hospitales públicos. A pesar de todo, las autoridades del país no se posicionan para tomar medidas que impidan este tipo de tratamientos. Ni siquiera se ha emitido la orden de realizar inspecciones en las clínicas denunciadas. Algunos de estos centros ofrecen sus servicios con discreción, pero también los hay que se publicitan abiertamente, ya que no existe ningún tipo de prohibición sobre esta actividad.

Los psiquiatras que aplican estas terapias de conversión sexual sostienen que la homosexualidad es una enfermedad mental. Lo equiparan a la ansiedad, la depresión o al trastorno bipolar. De esta forma convencen a las familias preocupadas para que ingresen a sus parientes.  Las víctimas entrevistadas, denunciaron que habían sufrido un trato vejatorio por parte de los médicos. El acoso verbal y los insultos eran parte del tratamiento psicológico. Algunos intentaron escapar. Uno de los pacientes lo logró pero cuando volvió a su casa, su familia le devolvió inmediatamente al hospital. También se les obligó a consumir medicamentos o recibieron inyecciones, sin ser informados de la sustancia química que contenían.

Insultos y vejaciones

Cinco de las 17 personas ingresadas para someterse a una de estas terapias de conversión sexual, recibieron electroshock. Uno de estos jóvenes cuenta que le ataron los brazos y las piernas a la cama con unas sujeciones metálicas y le pidieron que pensase en escenas de sexo gay. Entonces le aplicaron la corriente y la dejaron encendida durante largo rato hasta que el metal de las sujeciones ardía y todo su cuerpo empezó a temblar con fuerza. A veces se combina el electroshock con imágenes pornográficas al más puro estilo de “La Naranja Mecánica”.

Muchos de estos jóvenes acuden de forma voluntaria, porque se sienten coaccionados por la sociedad y por sus padres.

La tortura, como vemos, está institucionalizada en algunos países a través de estas terapias de conversión sexual. Que la homosexualidad no sea delito en algunos países, no significa que esté aceptada por sus ciudadanos. Así pues, no queda otra que seguir luchando por la igualdad. Todavía queda un largo camino.