Las lesbianas decimonónicas no existían para la sociedad de aquel momento. Esta invisibilidad sirvió para que muchas lesbianas vivieran sus relaciones con cierta libertad. Eso sí, debían hacerlo en su ámbito privado. Las mujeres que vivían en pareja aparentaban total castidad.
En un momento en que la mujer estaba relegada al ámbito del hogar, éste se convirtió en su espacio para dar rienda suelta a sus sentimientos. Hay que añadir que en la época se exaltaba la sentimentalidad de la mujer. se consideraba que las mujeres eran sensibles, que no tenían deseo sexual y que las relaciones con amigas eran naturales. De esta forma, las lesbianas decimonónicas se escondían tras el velo de “amistad romántica”. Estas amistades duraban años. Las mujeres que convivían sin un hombre en casa eran conocidas como «bostonianas».
Este tipo de unión, denominado “Boston marriages”, posibilitaba que las lesbianas decimonónicas pudieran vivir su amor sin levantar demasiadas sospechas. Incluso, este tipo de relaciones se daban al mismo tiempo que algunas de ellas estaban casadas con hombres.
Las historiadoras del lesbianismo decimonónico han estudiado las cartas, muy habituales en estas relaciones. Aunque no hay muchas dudas, la mayoría de escritos no dejan translucir si estas mujeres mantenían relaciones íntimas. Toda precaución era poca.
Las damas de Llangollen, lesbianas decimonónicas en estado puro
Eleanor Butler y Sarah Ponsonby eran dos mujeres irlandesas que vivieron durante años como pareja y que llegaron a hacerse tremendamente famosas. Fueron conocidas como las damas Llangollen. Su relación escandalizó y fascinó por partes iguales a sus contemporáneos. Las damas de Llangollen han trascendido a nuestros días como un ejemplo histórico de lesbianas decimonónicas.
Se conocieron en 1768 y en pocos años su relación se hizo íntima. Trazaron un plan para fugarse y que sus familias no las obligaran a casarse. Huyeron juntas vestidas de hombre pero sus familias lograron convencerlas para que regresaran. Les ofrecieron una paga a cambio de que se retiraran a vivir en el campo.
Se establecieron en Gales, donde su estilo de vida y las visitas de escritores llamaron la atención. La prensa de la época se hacía eco de su día a día contado que vivían de manera respetable pero excéntrica. Sin embargo, estas lesbiana decimonónicas de aspecto andrógino también era denostada por muchas personas.
Dada su fama, se dedicaron a escribir sobre sus recetas, el cuidado de su jardín y sus temas de estudio. Fueron lo más parecido a las celebrities que hoy llenan las revistas del corazón. Incluso se hicieron grabados, como el de la imagen con la que ilustramos este artículo. Su estilo de vida era considerado disparatado pero casto. Algo necesario en aquella época para no ser sometidas al ostracismo.
Aunque se sabe poco de su relación íntima, se conoce que utilizaba apelativos cariñosos y que compartían dormitorio. Algunos visitantes pasaban la noche en su casa. Ellas aparentaban mantener una relación casta donde lo sexual no tenía cabida.
Sin embargo, sí había quienes dejaron entrever que mantenían una relación más intensa que una simple amistad. Una famosa escritora del momento, Thrale Piozzi, llegó a referirse a ellas como “malditas sáficas”. Hasta tal punto llegaba su lesbofobia que juró que nunca dormiría en aquella casa sin ir acompañada de un viril irlandés.
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