Vamos a hablar de un hermoso caso que sucedió en la Edad Media en España, en la región del País Vasco. Las protagonistas dos heróicas lesbianas. Como ya sabéis siempre nos gusta aportar algunas notas de Historia a este blog. Esto, naturalmente, nos ayuda a saber quiénes somos y cuánto ha habido que luchar por nuestros derechos. Casos como el que os traemos hoy sin duda deben servir como inspiración a todas las lesbianas del presente y de paso a todas las que aún están por nacer. Anticipamos que la historia terminó bien. Por eso he empezado diciendo que era una hermosa historia…si no de qué. Es hermoso por un doble motivo: porque las lesbianas triunfan y porque, con ellas, lo hace la justicia. Espero que os guste tanto como a mí que recientemente lo descubrí.
Las lesbianas de San Sebastián
En San Sebastián se acusaba a dos mujeres de «lesbianismo» según el acta de las autoridades. El alcalde de la villa fue informado de que Catalina de Belunça y Maricho de Oyarçun «usaban en uno como hombre y mujer echándose en una cama desnudas». En ella según nos cuenta la crónica se pasaban el tiempo «retocándose» (me apunto la expresión para mi acerbo personal).
También apunta que yacían «besándose e cabaldándose la una a la otra subiéndose encima de sus vientres desnudos, pasando e fasiendo actos que hombre con mujer debían faser carnalmente». Una curiosa forma de describir el acto conforme a la mojigatería de la época y el desconcierto que debía generar en un periodo en el que la sexualidad era tomada por un proceso estrictamente natural y reproductivo. También señala que lo habían hecho muchas y diversas veces. Se ve que estaban fogosas Catalina y Maricho.
Apresaron a Catalina y además en reprimenda confiscaron sus bienes. La confiscación de bienes era, de hecho, una forma de castigar también a toda la familia. Sin embargo, Catalina se declaró inocente. No especifica si dicha inocencia se debía a que Catalina negara haberlo hecho o a que pensara que no había hecho nada malo. Como bien sabemos, la inocencia puede ser por considerar que no se ha hecho el delito o porque no se considere delito lo cometido. Queremos pensar que fue esta segunda opción la que dio sentido a su «soy inocente».
¿Cuál fue el desenlace?
En el interrogatorio, para que confesara la verdad, se la sometió al llamado tormento de agua. Básicamente consistía en forzar su ahogamiento. Ella, sin embargo, se mantuvo firme. Tras soportar todo el interrogatorio y como consecuencia de no decir nada se concluyó. El alcalde la declaró inocente. Sin embargo la desterró de la ciudad (lo peor que te podía ocurrir en vida en la Edad Media). Además, se la amenazó con la pena de muerte si regresaba.
Dicha pena de muerte sería de la siguiente forma: «atadas las manos con una cuerda e con una soga de cannamo al escueço e desnuda fasta la cintura la traxesen públicamente por la villa con pregón público y la pusiesen colgada pies arriba en una horca pública e la dejasen estar ende públicamente hasta que muryese así colgada e que fasta que no oviese mandamiento de juez no la abaxasen e dexasen estar por un exemplo temor e castygo de los que lo vieren».
Sin embargo, Catalina apeló la sentencia. Lo hizo ante la cancillería y la eximieron de culpa y pena. Es decir, quedó indemne. No sabemos si finalmente volvió a sus actividades con Maricho. Sin embargo, para regocijo de todas, el alcalde fue condenado a pagar el costo del proceso.
Ningún Comentario