La homosexualidad ha sido muy pocas veces plasmada en el celuloide más allá de unos pocos personajes de los que mofarse o a los que temer. Aun así los primeros años del cine de Hollywood fueron mucho más permisivos. Mostraron la realidad LGTB que hubo entre los años 30 y 60, cuando se aplicaba el Código Hays.
Entre 1934 y 1968 Hollywood se vio inmerso en una férrea censura que controlaba todo aquello que se podía enseñar a los espectadores. La censura llegó con la implantación del código Hays, denominado así por el nombre de su impulsor, William H. Hays, líder del Partido Republicano y primer presidente de la Asociación de Productores Cinematográficos de Estados Unidos (MPAA, por sus siglas en inglés).
La realidad LGTB en tiempos de autocensura
El código Hays no era una ley sino más bien un sistema de autocensura que se impuso en el cine ante las presiones de la iglesia y los sectores más puritanos e influyentes de la sociedad. El código regulaba la vestimenta, las escenas de amor, las de violencia y el tratamiento que se daba a cualquier aspecto de la vida. Por supuesto, no permitía mostrar en pantalla las consideradas “desviaciones sexuales”, es decir, la homosexualidad.
El organismo que daba el visto bueno a los estrenos, la PCA (Administración del Código de Producción), revisaba la presencia de alcohol, blasfemias, religión, crímenes, adulterio, escenas de baile, vestuario e incluso los decorados. El cine se sumió en un puritanismo que todavía hoy se deja sentir en muchas facetas.
La realidad LGTB fue una de las que más sufrió con la censura del codigo Hays, puesto que solo se aceptaban parejas hetero que iban directas al matrimonio (incluso el divorcio no se podía mostrar). Cualquier personaje que cruzase la línea del decoro debía ser negativo y tener un final trágico para reforzar la moralidad puritana.
Lesbianas y gais eran sistemáticamente ignorados en la representación de personajes. La autocensura fue tan férrea que Hollywood decía a la gente lo que debía pensar sobre la realidad LGTB e, incluso, influía en lo que este colectivo pensaba de sí mismo.
Lesbofobia y misogina detrás del código Hays
Muchas actrices de esta oscura etapa de Hollywood, lesbianas o no, sufrieron en sus propias carnes las consecuencias de ser fuertes e independientes y de vivir su sexualidad de con libertad. Fueron apartadas de la industria porque su presencia resultaba amenazante y perturbadora.
Así las cosas, directores y guionistas tuvieron que recurrir al ingenio y la sutileza para camuflar un tema tan incómodo como la realidad LGTB y salir airosos ante la censura. Lesbianas y gais aprendieron a leer entre líneas para descifrar los mensajes velados que se plasmaban en gestos y diálogos. Las alusiones a relaciones entre personas del mismo sexo se hacían mediante lenguaje no verbal y metáforas.
Durante ese desafortunado período la realidad LGTB se vio muy mermada, especialmente en el caso de las lesbianas. Tanto es así que hasta hace muy poco no comenzó a verse el lesbianismo con naturalidad. Por lo general, las pocas lesbianas que aparecen en el cine comercial son asesinas, depravadas o enfermas mentales. Títulos más o menos recientes como Instinto Básico, Mujer soltera blanca busca, Criaturas celestiales, Chloé, Jeniffer’s Body o Monster son prueba de ello.
La misogina y la lesbofobia se encuentran tras este estereotipo, puesto que, aún en nuestros días, la homosexualidad femenina se siguen viendo como una amenaza o, en el “mejor” de los casos, como una fantasía erótica.
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