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Olalla se ducha mientras la música suena en la radio, mientras el sonido del mar penetra en la casa a través de las ventanas, mientras derrama un poco de jabón líquido de moras en su mano izquierda que le hace recordar a su tía Lola, porque en un segundo todo huele a ella. Sus lágrimas se diluyen entre cientos de gotas de agua, mientras Helena llega a la casa con su escarabajo rojo, sorteando piedras y rozando matojos. Luego detiene su coche frente a la puerta de la entrada y pulsa el timbre varias veces, pero nadie abre. Entonces alza la vista hacia la zona en la que sabe que están las habitaciones y grita.

-¡Eo! ¡Soy Helena!-vocea.

Y entonces Olalla oye gritos que provienen del otro lado de la verja, más allá de los setos. Sale de la ducha y sin apenas secarse, asoma la cabeza por la ventana del baño y contempla a Helena casi a punto de meterse en el coche.

-¡Helena! ¡Estoy aquí! ¡Ahora bajo y te abro!-grita Olalla.

-Chica, tendrás que ir al otorrino. ¡Casi me voy!

-¿Qué?-vocea Olalla.

-¡Nada! Que estás más sorda que una tapia. Anda baja y ábreme-contesta Helena.

Olalla se seca, apaga la radio, se coloca una camiseta encima y baja las escaleras deprisa. Abre el portalón de madera de la casa, sale al jardín, pulsa el mando a distancia y entonces, la puerta metálica de la verja se desplaza hacia la derecha.

-Perdona, estaba en la ducha. Pasa, pasa. Mételo en el garaje, al lado del de Lola-dice Olalla.

Helena entra en su coche, lo pone en marcha y después atraviesa el trozo asfaltado del jardín.

-Pensaba que no estabas- dice Helena a través de la ventanilla de su escarabajo rojo, mientras conduce lentamente hacia el lugar que ella le ha indicado. Aparca y luego baja.

Olalla corre en su búsqueda, en el garaje y se besan.

-Oye…siento lo de Lola….Vaya palo. No he podido venir a verte antes y como que el miércoles me voy de vacaciones, o venía hoy o ya no venía- dice Helena mientras la abraza.

-Gracias. Sí, ha sido un palo de puta madre-responde Olalla.

-¿Fue un accidente no?

-Eso parece. Se cayó por las escaleras.

-Igual fue algo del corazón, igual se mareó…-dice Helena.

-Puede. No lo sé.

-¿Cuándo tendréis los resultados definitivos de la autopsia?

– Más o menos tendremos que esperar unas cuatro semanas, pero…a no ser que encuentren algo raro, las primeras pruebas hablan de muerte accidental. Se cayó por las escaleras y punto. ¡Qué muerte más absurda! ¿No? Lola nunca hubiera imaginado una muerte así ni para los personajes de sus guiones-dice Olalla echándose a llorar.

-Lo siento-responde Helena-¿Cómo anda la señora de la limpieza?

-¿Maya?-pregunta Olalla enjugándose las lágrimas con un pañuelo de papel.

-Sí.

-Pues tú imagínate qué flash venir a trabajar y encontrarte ese panorama.

-Pobre mujer-responde Helena.

-Desde luego, pobre Maya. Tuvo un ataque de ansiedad, ¿sabes?

-No me extraña. Si no llega a ser por ella…

-Si no llega a ser por ella, nos la hubiéramos encontrado mi madre y yo. Habíamos quedado en venir a verla… quería explicarnos algo. Nos hemos quedado sin saber qué quería decirnos-dice Olalla sin poder contener el llanto.

Helena le da un abrazo fuerte.

-Ostras Olalla. Lo siento. Oye, ya sé que te lo he dicho, pero de verdad…no pude venir el día del entierro, me tuve que quedar en Valencia. Había una conferencia sobre diabetes y…no encontré a ningún traductor que pudiera sustituirme y esta semana me ha sido imposible hasta hoy. Me sabe fatal, pero es que no he podido-dice Helena casi en un susurro mientras las lágrimas le descienden por las mejillas.

-Que ya lo sé, mujer, de veras, no te preocupes. Fue tan de repente… Anda, vamos dentro, te hago un café y me pones al día- dice Olalla secándose las lágrimas.

-Un café, me irá cojonudo. Ayer tuve una cena y estoy muerta. Bueno, una cena, y una copa y otra copa…me puse en la cama a las 3.

-No sé cómo aún lo aguantas. Yo salgo un día y tardo dos en volver a ser la misma.

-Y yo.

-Pues lo disimulas bastante bien.

-¿Tú crees? Por cierto, qué puntazo dejarte esta casa. Menos mal que había hecho testamento porque hay familias en las que se lían unos pollos…

-Sí, son esas cosas que parecen hechas con premeditación. Hacía 6 meses que había hecho testamento. A mi madre le ha dejado unas tierras, y a mi tía Rosa un piso en Castellón. Bueno, tampoco creo que hubiera habido mucho lío si no hubiera habido testamento.

-Mira, nunca se sabe. Ahora…tú te has llevado la mejor parte. Esta casa…es una pasada. No hace falta que te diga que te quería un montón.

-A ti también, Helena.

-Yo también la quería mucho, pero no pudo ser. Éramos incompatibles… de convivencia. ¡Ojalá nos hubiera salido bien! Pero…no fue así. Oye, ¿tu madre?

-Fatal. Ya sabes que Lola era como su hija. Piensa que mi abuela la tuvo cuando mi madre tenía 18 años. ¿Te imaginas? Ella la había cuidado, jugado con ella… Está que aún no se lo cree.

-Por favor, dale un beso muy fuerte de mi parte. Conmigo tu madre siempre se portó tan bien que créeme que siento que lo esté pasando mal. Me gustaría llamarla.

-Le encantará que la llames. Ya te daré su número. Anda pasa- dice Olalla cediéndole el paso.

Helena la sigue. Las dos entran en la casa. Atraviesan el recibidor presidido por una reproducción del cuadro de Frida Kahlo, El Venado Herido y por un mueble bajo. Luego entran en el gran salón de amplios ventanales con vistas al mar y se meten en la cocina americana, situada en el margen derecho de la sala. Olalla prepara café mientras Helena se sienta en uno de los dos taburetes de la cocina. Luego toman varias tazas acompañadas de bizcocho mientras recuerdan a Lola y hablan de sus vidas, y por primera vez en muchos días, Olalla consigue sonreír. De repente le pregunta a Helena:

-¿Sabes si estaba con alguien?

-¿Quién? ¿Lola? Que yo sepa no-responde Helena.

-¿Seguro?

– Hacía mucho que no hablaba con ella. Pero bueno, creo que no. ¿Por qué? ¿Te había dicho alguna cosa?-pregunta Helena.

-No.

-Entonces, si a ti no te había explicado nada… ¿cómo quieres que yo lo sepa?-continúa Helena.

-No sé. Te pregunto.

-Ya te he dicho que hacía mucho que no hablaba con ella. De todos modos, ya sabes que para sus parejas siempre era muy reservada. Cuando estaba con alguien no era de salir con más gente. Le gustaba estar a solas… A saber.

-¿En serio que no sabes si estaba con alguien?-insiste Olalla.

-Te lo juro. No tengo ningún motivo para engañarte…y más ahora. ¿Crees que salía con alguien?

-Sí. No estoy segura, pero creo que sí.

-¿No me has dicho que quería explicarte algo?… Igual era eso-dice Helena.

-No, no era eso. No creo que quisiera reunirnos a mi madre, a mi tía y a mí para explicarnos que estaba saliendo con alguien. No era eso. Me pareció muy triste. Algo la angustiaba pero no me lo quiso explicar por teléfono.

-Pues no sé qué decirte. De todos modos, ¿por qué te preocupa ahora si salía con alguien?

-Pues porque igual deberíamos decirle que Lola ha muerto.

-Y, ¿por qué estás tan segura de que estaba saliendo con alguien?-pregunta Helena.

-Ven conmigo.

Olalla coge a Helena de la mano y la hace bajar del taburete. Suben las escaleras que conducen al primer piso en donde se ubican las habitaciones y se meten en una de ellas, la que pertenecía a Lola.

-He encontrado cosas en la casa que no son de Lola.

-¿Cosas? ¿Qué cosas?

Helena ve cómo Olalla rodea la cama y se dirige a una mesilla de noche. La contempla mientras abre uno de los cajones y extrae algo que no acierta a reconocer en un primer momento.

-He encontrado esto-dice Olalla mostrando una prenda negra en su mano.

-¿Unas bragas? ¿Y qué tienen de raro?-pregunta Helena riendo.

-Nada. El caso es que no son de Lola-dice Olalla.

-¿Y tú cómo lo sabes?

-Lola no utilizaba este tipo de ropa interior.

-Lo siento, pero no me acuerdo muy bien de la que usaba.

-Pero sí recordarás que no podía utilizar nada que no fuera de algodón.

-¿Y éstas no son de algodón?

-No. Son unas bragas negras de un tejido sintético. Lola era alérgica a todo tipo de ropa interior que no estuviera hecha de algodón y tú lo sabes. Además, son de otra talla y estaban separadas del resto, en el cajón de abajo.

-Cada día que pasa y cada vez que te encuentro, me flipas más. Te fijas en cada cosa… en cada detalle… Pues vendría alguien un día…y se las olvidaría.

-¿Tú crees? ¿Quién sale de una casa sin las bragas puestas? Si tú llegas con bragas, te vas con bragas-responde Olalla.

– Bueno, sí tú lo dices… Hay gente para todo. De todos modos, no sé porqué motivo, por encontrarte eso, has llegado a la conclusión de que tenía que estar saliendo con alguien. Igual tuvo un rollo con alguna mujer que traía unas bragas de repuesto en el bolso y al cambiárselas, se las olvidó.

-No, yo no lo creo.

-¿Por qué?

-Porque he encontrado más de una. Aquí ha estado viniendo alguien que tenía una relación más o menos estable con Lola. Y si no, ¿por qué dejarías en una casa tus bragas si no fuera porque tuvieras claro que ibas a volver?-pregunta Olalla.

-¿Pero cuántas te has encontrado?

-Por ahora he encontrado cinco. Dos en el cajón y otras tres en el cesto de la ropa sucia.

– Y ¿qué has hecho con ellas?

-Meterlas en la lavadora y lavarlas junto a la ropa de Lola que estaba en el cesto. ¿Qué iba a hacer?

-¿Ya las has lavado?

-Pues claro. No las voy a dejar ahí criando malvas y tampoco tengo porqué tirarlas a la basura. Alguien las echará de menos en algún momento.

– ¿Y tú eres la que quieres saber de quién son estas bragas? Ahora sí que nunca sabremos a quién pertenecen porque te has cargado todo el adn de marras-dice Helena riendo.

-Joder, tómatelo un poco en serio. Te lo estoy contando y te estás descojonando-dice Olalla.

-Me lo estoy tomando en serio, pero me hace gracia que te estés comiendo el tarro por cinco braguitas negras. De todos modos…podrían ser de varias mujeres. Puede que Lola tuviera relaciones esporádicas con personas diferentes-continúa Helena.

-No, son de la misma persona, de la misma talla, de la misma marca…

-Vale, venga.

-Estoy segura de que esa mujer estuvo en esta casa varias veces y también sé que se las dejó a propósito, o bien porque tenía alguna relación estable con Lola y tenía ropa de repuesto en la casa…o porque venía a pasar el fin de semana con ella…o…yo qué sé. Creo que Lola estaba saliendo con esa mujer. Pondría la mano en el fuego-dice Olalla.

-De todos modos, cinco bragas…no prueban nada-continúa Helena interrumpiéndola.

-Acompáñame-dice Olalla.

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(Continuará)

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