Historias de 0 def

De repente sonó el teléfono de la mesita de noche de la habitación 767 del Hotel Sheraton Times Square de Nueva York.

-¿Hello?

-Oye, que soy yo.

-Ah hola Natalia, pensaba que era alguien del hotel-respondió Ona.

-¿Te importa si no te acompaño? Se me ha ocurrido quitarme los zapatos y tumbarme en la cama a ver la tele y, chica, me da una pereza salir.

Ona se rió.

-No te preocupes. Ya voy yo sola. Pero esta noche sí que nos tomamos algo ¿no?

-Sí, sí, pero ahora, como que ir de compras me echa para atrás, francamente.

-Vale. ¿Quedamos en el hall a las 8pm?-respondió Ona.

-Vale.

Ona colgó el teléfono. Se dirigió al lavabo, se peinó, se perfumó, cogió el bolso y salió de la habitación. Anduvo por el largo pasillo hasta que se detuvo frente al ascensor. Al cabo de unos instantes, la puerta se abrió y ella se ubicó al fondo. Bajó la cabeza y se contempló los dedos de los pies enfundados en sus sandalias mientras el ascensor seguía el descenso recogiendo gente de las diferentes plantas. Un grupo bullicioso de siete personas que hablaban castellano entró en el segundo piso pero ella permaneció mirando al suelo hasta que de repente empezó a percibir un fuerte aroma a Eau Sauvage. Levantó la vista y aspiró. Ese olor la reconfortaba, tenía un poder balsámico, casi terapéutico. El ascensor continuó su descenso y ella se entretuvo mirando en dirección al punto de partida de aquel aroma y cuando se dio cuenta estaba contemplando aquel grupo que no hacía más que hablar y hablar. Fue entonces cuando la vio, allí estaba Carmen, en medio de aquella masa humana apretujada. Ona pensó que si estiraba su brazo podría apartarle el flequillo y rozar su mejilla, pero no lo hizo. Se quedó quieta en aquel rincón, sin atreverse siquiera a respirar. El ascensor llegó a la planta baja y todos salieron. El grupo en el que se encontraba Carmen fue el primero en hacerlo. Ona lo siguió hasta la salida del hotel, intentando no ser vista. Vio que se despedían efusivamente. Después se fueron ubicando en dos taxis que aguardaban en la puerta, excepto Carmen, que permaneció de pie en la salida hasta que todos se fueron. Entonces Ona vio que se marchaba caminando por las calles de Nueva York y empezó a seguirla. Andaba pausadamente, entreteniéndose en algunos escaparates hasta que se detuvo en un semáforo aguardando a que se pusiera verde. Ona estaba a dos pasos de ella, las separaban dos personas, un segundo de tiempo nada más y la distancia se acortó hasta apenas existir:

-¿Eres Carmen López, verdad? ¿Te acuerdas de mí?

Carmen se giró, se apartó con los dedos el flequillo y la observó detenidamente. Le sonrió.

-Claro que me acuerdo de ti.

Se quedaron paralizadas, mirándose, hasta que terminaron abrazándose al borde de la acera, mientras el resto de peatones iba y venía. Cuando dejaron de abrazarse habían transcurrido diez segundos, pero para ellas habían pasado días, meses, años, lapsos de tiempo que olían a tierra mojada, a hierba recién cortada, a té con azúcar, a una noche en Londres bajo unas sábanas perfumadas de lavanda.

-Vengo siguiéndote desde el hotel. ¿También te alojas allí?- le dijo Ona

-No, no. He comido allí. Los organizadores de un congreso de psiquiatría en el que participo han montado una comilona de ésas en las que como no te largues a tiempo, puedes acabar viendo al tío más serio del mundo con una servilleta en la cabeza, en plan baturro, y yo…como que ya no estoy para estos trotes.

Ona se rió.

-Al final lograste ser psiquiatra.

-Sí, hubo un momento en el que me pareció imposible, pero sí, al final soy psiquiatra. Y tú, ¿eres intérprete?

-Soy intérprete, madre, padre, secretaria de dirección, personal shopper de un empresario del sector vinícola.

-¿De qué empresa? ¿Es conocida?

-Supongo. Frumerso.

-¿Eres la secretaria de Miquel Oristrell?

-Sí. ¿Le conoces?

-Bueno es uno de los empresarios españoles más influyentes. Le conozco como el resto del mundo, de verle en los medios. ¿Estás aquí con él?

-Sí. Hemos venido a uno de esos viajes en los que unos cuantos empresarios españoles se reúnen con unos cuantos empresarios americanos y entonces viene el Rey y se hacen cenas de gala, en fin…esos rollos patateros. ¿Tú vives aquí?

-Qué va, yo sigo en Madrid. ¿A dónde ibas?-le preguntó Carmen

-Tengo que comprar cuatro cosas. ¿Y tú?

-Yo también tengo que comprar cuatro cosas. Vuelvo a Madrid dentro de dos días, pero mañana voy a estar todo el día de visita turística con el grupo de psiquiatras del congreso, así es que es ahora o nunca.

-Yo me marcho mañana a Washington, así es que también es ahora o nunca.

-¿A Washington?-preguntó Carmen.

-Sí, a seguir con las reuniones, las cenas de gala con el Rey, vendrá el presidente Bush, en fin…más de lo mismo.

Estuvieron toda la tarde de compras y decidieron cenar juntas aquella noche. A eso de las 7pm Ona llamó a Natalia.

-¿Te va muy mal si anulamos la cena y la copa?

-¿Has ligado?-le respondió Natalia

-Tonta. Me he encontrado con una antigua amiga y tengo que charlar con ella.

-¿Así, de repente?

-Así, de repente. Hacía 14 años que no sabía de ella y me la he encontrado, así, de repente.

-Joder, qué emocionante. A mí no me pasan estas cosas. Pues claro que no me importa. Ya saldremos mañana por Washington. Bueno guapa, te recuerdo que nuestro vuelo sale a las 6am.

-No me iré a dormir muy tarde, tranquila.

Ona y Çarmen pasearon por Central Park y estuvieron cenando en un restaurantito italiano, a eso de las 10 pm, se despidieron frente al hotel en el que se alojaba Ona.

-Me ha gustado encontrarte. Me hacía falta entender todo aquello.

-Perdona, supongo que hubiera podido explicártelo cuando salí del hospital, pero no estaba para nadie, ni para nada. Creo que estuve llorando todo un año. Me refugié en los estudios. De hecho, creo que me salvaron los estudios. Todo lo demás no me importaba excesivamente. Superar todo aquello fue difícil. Créeme. Después, cuando todo pasó, no sé porqué no lo hice, me imagino que pensé que ya no tenía sentido, que había pasado demasiado tiempo sin dar señales de vida. No pensé que me habrías estado buscando, ni siquiera que llamaras al hospital preguntando por mi padre- le dijo Carmen.

– Te busqué hasta que ya no supe dónde buscar. Oye que sepas que si alguien me hubiera llamado y me lo hubiera explicado yo hubiera ido a verte.

-Gracias. Ahora ya lo sé. Llámame un día si vienes a Madrid.

-Lo mismo te digo, no dejes de llamarme si vienes a Barcelona. A Maite le encantará conocerte. Le he hablado de ti. –le dijo Ona

-Bueno, pásalo bien con el Rey y con Bush.

-Tú también. ¿Qué vais a ver mañana?

-Lo típico. A las 9 visitamos las Torres Gemelas. Nos abren el mirador para los participantes del congreso exclusivamente. Mañana va a hacer un día de mucho sol, así es que la vista será alucinante desde allá arriba. Después, está previsto que veamos la Estatua de la Libertad, el MOMA, el Empire State, en fin, lo típico.

Se abrazaron y antes de despedirse Ona se dio cuenta de que Carmen la miraba fijamente.

-¿Por qué me miras así?

-¿Cómo? ¿Cómo si inspeccionara humanos y objetos terrícolas? –preguntó Carmen.

-¡Pensaba que no te acordarías de aquel día!-respondió Ona riendo.

-Pues claro que me acordaba. Podría repetirte aquella conversación palabra por palabra. Te miraba. Eso es todo. Siempre me ha gustado mirarte.

-Carmen, tengo que marcharme-respondió Ona distanciándose lentamente de ella- Me encantaría quedarme un poco más, pero tengo que marcharme.

-Ya lo sé.

-Adiós, Carmen-le dijo Ona.

-No. Adiós, no. Prefiero sayonara baby-le respondió.

Ona rió.

-En realidad, él decía: “Hasta la vista, baby” –le dijo.

-Pues lo siento, pero prefiero sayonara baby-le respondió Carmen.

-Hasta la vista, baby-le dijo Ona.

Después subió las escaleras de acceso al hotel. Empujó la puerta giratoria y antes de meterse en ella se dio la vuelta y contempló a Carmen alejándose hasta que dejó de verla. Avanzó por el vestíbulo. Luego subió a su habitación y terminó de hacer la maleta. Comprobó que lo tenía todo listo, su pasaporte, la documentación necesaria de cara a las reuniones en Washington así como su billete de avión para el día siguiente y el de su jefe. Los observó de nuevo y se lamentó de lo temprano de aquel vuelo: United Airlines, salida 11 de septiembre de 2001 desde Nueva York a las 6 am y llegada a las 7:15 am a Washington. Llamó a la recepción y pidió que la despertaran a las 4. Nada más colgar el teléfono escuchó el sonido de su móvil. Acababa de recibir un SMS escrito por Carmen:

-Te lo diría mil veces y no me cansaría: ME HA ENCANTADO VOLVERTE A VER. SAYONARA BABY.

-A mí también ME HA ENCANTADO VERTE. De nuevo te digo que siento lo de tu madre. Siento todo lo que te pasó. Besos. HASTA LA VISTA, BABY.

(Continuará el viernes próximo)

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