Ona y Carmen se convirtieron en inseparables. Los alumnos del colegio se dividían en dos grupos, ellas dos y el resto. Durante las clases los muros de las aulas las distanciaban, pero cuando éstas terminaban se reencontraban en el recreo, se tumbaban en el jardín y contemplaban nubes, pájaros y aviones que volaban alto, mientras charlaban tratando de esquivar la mirada de Mr. Haddon. De repente Ona empezó a sentir por Carmen una atracción extraña, algo similar a lo que sintió por Marina, una compañera del instituto un año atrás, pero no reaccionó igual, no se asustó, ni negó sus sentimientos, ni trató de apartarse de Carmen. Le hubiera dicho lo que sentía pero no se atrevió, simplemente continuó a su lado, entrelazando fugazmente su mano con la suya sobre la hierba del jardín del colegio. Por aquel entonces, Carmen ya sabía que se había enamorado de Ona. De hecho, se enamoró en el momento en el que se apartó el flequillo de su ojo derecho y la observó por primera vez, de pie, frente a ella. Carmen no le dijo nada, sabía que tenía novio, por eso permaneció callada, simplemente disfrutando de aquellos días al lado de Ona, prometiéndose que nunca le confesaría lo que sentía por ella.
No se dieron cuenta y los días pasaron y cuando no se lo esperaban llegó febrero.
-Oye este fin de semana me gustaría ir Londres en plan visita turística y también para comprarles a mis padres y al plasta de mi hermano cuatro cosas antes de volver a Barcelona. Ya sabes, se pirran por algo que esté envuelto con una bolsa en la que se lea Harrods. Podría comprarles un zurullo metido en un paquete en el que estuviera escrita la palabra Harrods y se espatarrarían de gusto en el salón de casa. ¿Me acompañas?
-¿A Londres?
-Sí. No voy a irme de este país sin visitar Londres. Vamos, al menos yo.
-No sé.
-¿El qué no sabes? Tú te vienes conmigo. Pillaremos un bed and breakfast, compraré las cuatro chorradas para mis padres y para mi hermano y daremos un paseo por el Támesis, veremos momias en el British, comeremos jacked potatoes y pizza pringosa, iremos a Picadilly…chica, Londres.
Ona hizo su maleta para aquel fin de semana junto a Carmen, cogieron un autocar y se plantaron en Londres y en aquel Bed and Breakfast que regentaba una viuda amante de los querubines y de las figuritas de porcelana. La noche del viernes salieron a cenar y a tomar cuatro cervezas en un pub cercano. Carmen había bebido un poco más de la cuenta cuando llegó a la casa. Tal vez por eso se atrevió a mirarla de aquella manera, desde aquel rincón de la cama todavía sin deshacer, sobre el edredón, fumando un pitillo. Sabía que Ona estaba con Joan, pero no le importó, en aquel momento sintió la necesidad de acercarse a ella hasta notar su cuerpo pegado al suyo. Ona, que hasta ese momento charlaba con ella mientras se desnudaba, se dio cuenta de que algo estaba ocurriendo con Carmen.
-¿Por qué me miras así?
-Por favor, ¿puedes desnudarte en el baño? Como sigas ahí delante, no respondo de mis actos.
Carmen pensó que Ona haría como si no acabara de entender el significado de sus palabras, creyó que tal vez se marcharía al lavabo, pero no lo hizo.
-No me importa. Me gusta que me mires-Le dijo Ona
Carmen no esperaba esa respuesta.
-A mí me gustas –continuó Ona.
Se hizo el silencio hasta que Carmen retomó la conversación. Luego se acercó a ella hasta que apenas hubo espacio entre las dos y le susurró a la oreja.
-Por favor, vístete.
-¿Por qué?-le preguntó Ona
-Porque no quiero perder la oportunidad de desnudarte-le dijo Carmen con sus labios rozando la mejilla de ella.
Ona recogió la ropa que había dejado encima de una silla y una a una fue volviéndose a poner su jersey de cuello de pico, su blusa, sus tejanos, sus calcetines, sus botas, mientras Carmen la miraba, luego se acercó a ella y la besó profundamente.
-Levanta los brazos-Le pidió Carmen.
Ona le obedeció. Carmen le quitó el jersey y después fue desabrochando uno a uno los botones de su camisa, con calma, hasta que sus sujetadores quedaron al descubierto y sus pequeños pechos emergieron frente a ella. La cogió con sus brazos y la dejó encima de la cama. Luego empezó a recorrer su cuello con el dedo índice, dibujó sus pechos, su vientre, sus ingles…Entonces levantó sus piernas y le quitó las bragas muy lentamente para después juguetear con su vello trazando dibujos con su dedo, mientras Ona sólo la miraba, con los ojos abiertos como platos, apoyada en sus antebrazos, suspirando. Carmen se colocó frente a ella y empezó a desnudarse. Ona la vio despojarse de sus pantalones, de su jersey de cuello alto, de sus bragas, sopló el flequillo que cubría su ojo derecho, luego se arrodilló y se perdió en ella.
-Por favor, nos va a oír la dueña.
-Que nos oiga, igual se le quita así la tontería de los querubines. Pero ¿tú has visto cómo tiene la casa?
Ona empezó a reír y luego la risa dejó paso a sus gemidos y después a un grito agudo. Se quedó abrazada a Carmen un rato largo, sin hablar, solamente besándola.
-Nunca había tenido un orgasmo-dijo después
-¿Ni masturbándote? –le preguntó Carmen.
-Bueno eso sí. Pero así, con alguien, no.
-¿Ni con tu novio?
-No. Con él no me he sentido nunca así. ¿Tú crees que soy bollera?
– Si no lo eres yo diría que lo disimulas de puta madre, pero bueno, yo creo que eso deberías saberlo tú.
-Hace tiempo que lo pienso. Mi novio me decía que yo era frígida.
-Tu novio es un gilipollas que me cae como el culo ¿Qué vas a hacer con él?
-Nada porque no hay nada que tenga que hacer.
-¿Qué quieres decir?-preguntó Carmen.
-Que está con otra.
-No me lo habías dicho.
-No pensé que fuera importante.
-Pues también es verdad.
-Oye-le dijo Ona.
-¿Qué?
-Gracias.
-¿Por qué?
-Por mi primer orgasmo.
-De nada. Cuando quieras lo repetimos.
-Pues oye, igual si pillamos un poco de oxígeno, podríamos repetir ahora mismo-dijo Ona
-Joder, ¿ahora ya no te preocupa la de los querubines?
-No mucho-le dijo Ona- ¿Te he dicho que creo que te quiero?
-No. Me has dicho que no parara.
-Pues creo que te quiero.
-Yo también creo que te quiero.
Carmen se acercó a Ona y la besó.
-Buenas noches, Carmen.
-Buenas noches, Ona.
-Carmen.
-¿Qué?
-Te voy a echar de menos cuando te marches.
-Joder tía no me amargues el día, ¡con lo bien que estamos ahora y tienes que acordarte de cuando me las pire!
-No quiero que te vayas.
-Pues si quiero pasar la selectividad (*), más me vale que estudie un poquito-le contestó Carmen
-Hubieras podido hacerla cuando acabaste el C.O.U (**) como yo.
-Pues mira, yo preferí irme a Inglaterra a mejorar mi inglés en cuanto acabé y pasar el verano estudiando, no como tú, que seguro que te pasaste los días en la playa haciendo el ganso antes de venirte. De todos modos, tienes razón en una cosa, ahora tendré que volver, estudiar y aprobar la selectividad, y con buena nota si algún día quiero ser psiquiatra como mi padre. Y ahora, ¿te quieres poner a dormir?
Carmen sintió que sus ojos empezaban a humedecerse. Quedaba apenas una semana para que volviera a Barcelona y de pronto se dio cuenta de que tenía que regresar cuando todo parecía empezar. Estiró su brazo y apagó las luces, luego se acurrucó debajo de las sábanas mientras Ona se aferraba a su espalda. Carmen sintió que sus lágrimas empezaban a descender, imparables para luego filtrarse en la almohada.
Ona nunca supo que estuvo llorando en silencio hasta que el sueño la venció.
(*) El examen de selectividad es una prueba obligatoria para acceder a la universidad.
(**)C.O.U son las siglas de Curso de Orientación Universitaria, consecuencia de la ley de educación española de 1970. Era el curso previo al acceso a la universidad y lo cursaban alumnos de entre 17 y 18 años.
(Continuará el viernes próximo)
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