Hace ya varios meses prometimos ir colgando los relatos ganadores del último concurso de lesbirelatos que Lesbiana.es y el Girlie Circuit Festival organizamos el pasado verano. El relato ganador, escrito por nuestra ya nueva colaboradora Ilska Rasga fue publicado ya en su día y ún teníamos pendientes el resto de relatos galardonados. Así que os dejamos con uno de ellos. Se trata de «Bibliotecarias, camisetas y juguetes amatorios«, de Afri2. Lo colgaremos en varias entregas. ¡Esperamos que os guste!

Estaba guapísima con el pelo suelto con el rostro fresco, descansado después de una temporada larga de cuidarse a sí misma. Lucía una madurez ante el mundo rebosante de plenitud. Hacía pocos días había celebrado su cumpleaños, festejaba la suerte con que le había homenajeado la vida. Se encontraba fuerte, optimista con un amor que sentía que palpitaba a su lado , que le daba energías para mirar hacia delante y afrontar otros tantos años. Celebraba por encima de todo sentirse amada y amar con una pasión que no se había calmado después de muchos años de intensidad.
Yo la miraba de reojo, sin decirle nada, disfrutando de ese rostro sereno, tranquilo, hermoso. Ella estaba un tanto inquieta, se disponía a entrar a la consulta de un especialista por un problema de salud. Sin embargo, ni esa situación le hacía dejar de estar radiante ante mí. Confiaba en que sería una cuestión rutinaria que no podría alterar el curso de su vida. Y así fue, buenas noticias y tranquilidad. Salimos juntas pero nos separamos para hacer las tareas cotidianas. Sara que no trabajaba esta temporada, se dirigió a casa a concentrarse en el estudio que le llevaba buena parte del día.
Yo tenía varios recados, el último hacer acopio de libros en la biblioteca. Procuraba ir todos los días o por lo menos cada dos. Había dos bibliotecarias, una especialmente atractiva para mí. No eran los libros lo que me impulsaba a acercarme, era ella. Procuraba acercarme al mostrador cuando me podría atender ella, preparaba alguna pregunta sobre algún libro, siempre me indicaba con un despliegue de erudición que me hacía aún más interesante su persona.

Le dedicaba una sonrisa, ella al principio no, pero con el roce diario ya empezaba a corresponderme con una sonrisa amable que me llenaba de una sensación muy gratificante. Había incluso traspasado los límites de la relación entre usuaria y bibliotecaria. Esta última vez, llevaba una camiseta que le quedaba genial. En su cuerpo menudo, la camiseta estrecha marcaba las tímidas curvas de su pecho. No pude reprimirme y entre las frases, tienes este libro, me lo llevo, le dije que tenía una camiseta como la suya. El estampado era el mismo aunque el diseño no. No se alteró, tampoco se detuvo en el tema, pero me deleitó con otro tipo de sonrisa que aún no había descubierto en ella. Se mostró más sonriente, confidente, me miró unas décimas de segundo más que otros días. Me fui feliz. Hoy había disfrutado más rato de su presencia.
Otros días me tenía que conformar con verla ir y venir atendiendo a los usuarios. Siempre diligente, hacía que pudiera ver sus contornos moviéndose decididos por toda la sala. Salí de la biblioteca y pensé que cada vez me gustaba más verla. Elucubraba con la posibilidad de acercarme más. Teníamos una amiga común y quién sabe podía hacer que coincidiéramos las tres. Me iba hacia casa pensando en cómo podría diseñar ese encuentro.

Cuando llegué a casa, Sara me recibió con un ¡hola cariño!, con ese tono de voz grave, sensual, que algunas veces me hacía pensar que provenía de alguna línea erótica. Me encantaba esa voz. Me hacía acercarme a ella, deseando que ese timbre vibrara en mi cabeza durante más rato. Nos dábamos un beso de bienvenida, habían sido dos horas separadas y eso era una eternidad. Sara quería saber qué le había traído de la biblioteca. Me solía encargar a mí sus lecturas, una de mis tareas adjudicadas. También quiso saber qué tal me había ido hoy con la bibliotecaria.
-¿Has visto a tu chica?, ¿te ha atendido ella?, preguntó Sara con una sonrisa.

Continuará... 😉