Os dejamos con la segunda parte del lesbirelato ganador del concurso deL Girlie Circuit y lesbiana.es. Mañana, el final…

Otra semana más de aburrido trabajo y por fin llega el día del concierto. Había quedado dentro de la sala con Unax, un viejo amigo de la facultad, su mejor amigo en realidad para ver el concierto. Él había reservado una de las mesas de la sala, y debía de estar esperándola ya con un kalimotxo bien frío para comenzar la noche. Había bastante gente ya dentro de la sala, y paseó la vista por la zona de mesas buscando a Unax cuando de repente su mirada se cruzó con otra conocida. Otra vez esos ojos verdes, otra vez ese precioso pelo rojo.
– «Mierda, mierda y mierda! Qué mierda de casualidad joder. Bueno, espero que no me haya
visto, o por lo menos no me reconozca, ha pasado un mes desde la caída, puede que ni siquiera se acuerde de mí».
Pero la pelirroja sí que la había visto, y soltó una carcajada que asustó a sus amigas. Hannah Se mezcló entre la gente y fue directa hasta las mesas para esconderse de esos ojos al lado de Unax.
Por fin lo encontró en una mesa a escasos dos metros del escenario. Estaba en la mesa con una compañera de la ONG donde trabaja, porque se había encontrado con ella en la puerta, y como sobraban sillas la había invitado a sentarse con ellos. Hannah sabía de sobra que Unax estaba loco por esa chica, no dejaba de hablar de ella, Marta esto Marta lo otro pero cuando se lo decía para meterse con él, él lo negaba todo.
Hannah se sentó con ellos e intentó estar a la conversación, pero no sabían hablar de otra cosa que no fuera trabajo entre tonteo y tonteo, y se encontró como aquel día en el parque, recorriendo el espacio que la rodeaba buscando una cara.
– «Pero que andas loca. Primero ni siquiera estás segura de que sea ella, y segundo como sea ella y te reconozca, va a pensar que eres una acosadora! Deja de mirar y céntrate en los dos pán_los que tienes al lado».

Por suerte el concierto comenzó al de poco tiempo y pudo evadirse de todo. Simplemente se abstrajo y no existía nadie a su alrededor, desaparecieron las caricias casuales entre sus compañeros de mesa, toda la gente que la rodeaba y únicamente existía la vos de Emerson Hart resonando en sus oídos.
Pero al otro lado de la sala, sí que había alguien que prestaba atención a lo que la rodeaba. Haizea no creía en el destino, pero las casualidades le parecían tremendamente divertidas, y al ver a la chica del parque entrar en la sala y poner cara de susto al reconocerla, decidió que no se iría sin intentar al menos hablar con ella.
En un abrir y cerrar de ojos se pasó medio concierto y llego el momento del descanso.
– Mala suerte que el cantante fume, y quiera salir a la calle a echar un pitillo en medio del concierto y haga un parón de 15 minutos para revindicar, cualquiera diría que en EEUU no este prohibido…- Dijo Marta.
– Bueno, así aprovechamos a pedir una cerveza, porque el kali de aquí es realmente malo. . . ¿Qué os apetece tomar? Viene el camarero.
– A mí pídeme otro kali en vaso ancho, que voy a aprovechar a ir al baño en el descanso. –dijo Hannah, y así no os tengo que ver en los momentos pre-morreo pensó para sí. . .
Para no variar había una cola infinita en el baño de mujeres, y paciente se puso a la cola, mejor eso que ver los torpes avances de los otros dos, dijo para sí.
De lo que Hannah no se dio cuenta fue que en el momento que ella se levantó, en la otra punta de la sala, una mujer se levantó al mismo tiempo y caminó con paso decidido en su misma dirección.
No había adelantado más que un puesto en la cola, escuchó una voz a su espalda que le dijo:
– ¿Qué tal tienes la rodilla? las heridas de las manos supongo que ya se te habrá curado, ¿no?
Hannah se quedó de piedra, se giró y allí estaban esos ojos verdes sonriéndola, con un toque travieso.
– Bien gracias- dijo roja como un tomate- «joder Hannah piensa, piensa, dile algo, es preciosa, no, eso no se lo digas…»
– Emmm, gracias por ayudarme el otro día, que no te las di. . . . -«tonta,
eres tontaaaaaaaaa»
– No hay de qué, y con lo rápido que te marchaste hubiese sido un milagro que te hubiese dado tiempo a decirlo. Qué coincidencia encontrarnos aquí, ¿verdad?
– Sí, la verdad es que sí.
– ¿Has venido sola?
– No, estoy con un compañero de facultad, pero ahora que lo pienso casi es como si estuviera sola, porque está con una compañera de trabajo y están muy pegajosos.
– Ja ja, yo he venido con unas amigas, pero llevan un par de meses saliendo y están en momento lapa, dudo mucho que se hayan parado a escuchar media canción.
– Te toca- dijo la pelirroja.
– ¿Perdona?
– El baño, que te toca entrar.
– Vale gracias- «defiitivamente va a pensar que me falta un verano. . . espabila!»
– Ahora entro yo, y creo que justo a tiempo, porque no creo que tarden en empezar.- Dijo Haizea entrando en el baño.
– «Joder, y ahora que hago, me vuelvo a la mesa, o la espero, si ni siquiera se su nombre! Joder por qué se me dará tan mal esto? Pero que se te da mal, si ni siquiera sabes si entiende por favor! Lo que hace la necesidad, hace que el radar pite demasiado».
Mientras Hannah pensaba qué hacer, la pelirroja salió del baño y volvió a hablarle:
– Qué bien que no te hayas marchado! Porque mientras estaba dentro ya lo sé, es un poco raro jajaja- he pensado que como hemos venido las dos de candelabro, podríamos tomarnos una copa juntas mientras empiezan de nuevo a tocar, ¿te parece? Por cierto, me llamo Haizea.
– Yo Hannah, encantada.- Hannah aún seguía atónita.
– Bueno, ¿vamos entonces? ¿Qué estabas tomando?
– Kalimotxo en vaso ancho.- respondió Hannah como una autómata.
Haizea cogió de la mano a Hannah, que seguía sin reaccionar y tiró de ella hasta la barra. Haizea pide la primera ronda y le da su vaso ancho a Hannah justo cuando vuelve a empezar el concierto. Canción tras canción las chicas se fueron acercando. Sin darse cuenta, con los empujones de la gente, el espacio entre ellas disminuía con cada acorde. La música y la gente se convirtieron en un adorno que las rodeaba porque estaban demasiado ocupadas hablando de todo y de nada. Pero después de 10 canciones, ya con el concierto a punto de acabar, se hizo el silencio y empezaron a tocar la canción preferida de Hannah, ‘If you Could Only see’ A Hannah, esa canción siempre le había puesto la piel de gallina, llevaba años deseándola oir en directo y dejó a Haizea casi con la palabra en la boca para girarse concentrada a escuchar la canción.
Haizea se quedó sorprendida por un momento, porque aquella mujer no había parado de hablar después del tercer trago al vaso, cuando se tranquilizó un poco y dejó de estar roja. La miraba divertida, porque Hannah estaba completamente absorta escuchando la canción, y estaba preciosa con aquella media sonrisa, con la emoción en los ojos, y sus labios susurrando la canción. Sus labios. . . no podía dejar de mirarlos, y puede que eso fuese lo que le in ingió la necesidad de tocarla, o puede que tuviese ganas de besarla desde que la vio marcharse corriendo hacía un mes en el parque.

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