Belén ha llegado antes de hora, no puede evitarlo, es una costumbre que le inculcaron de pequeña y hoy, a sus treinta y cinco años, sigue anticipándose a todo. Será porque es un poco ansiosa, o porque tiene miedo de perderse cosas si llega tarde, o a lo mejor lo que le pasa es que tiene prisa por alcanzar algo o a alguien, pero no sabe qué ni a quién. Por culpa de sus prisas la dejó Elvira, su última novia. Elvira siempre se quejaba de que se corría demasiado rápido, de que no la dejaba disfrutar de su cuerpo como ella deseaba. El día que Elvira la besó buscando sexo y Belén tuvo un orgasmo inmediato se colmó el vaso. Elvira recogió sus pertenencias y se fue. Ocurrió el 15 de noviembre.
Hoy, 20 de diciembre, Belén espera a las demás chicas tomando un café en la barra del local social. Se ha apuntado a participar en el pesebre viviente que organiza la agrupación de lesbianas de su barrio, más que nada para distraer la mente. Le parece bien la idea de montar un belén sólo de mujeres, en el que incluso las Reinas Magas cabalgan a lomos de camellas y San José es María José, la alcaldesa de distrito. Sí, hay mucha bollera en el barrio de Belén, y por eso le gusta vivir en él, entre otras cosas. Pero también tiene un problema, y es que muchas de sus ex son también sus vecinas, y claro, como la mayoría de sus relaciones terminan mal, se pasa los días cambiando de acera para esquivar antiguos amores.
A la hora en punto llega María José, que también es la encargada de la coordinación. Belén le da dos besos antes de que la salude y se da cuenta de que ha vuelto a anticiparse. Y María José, que conoce su fama de orgásmica precoz, se ríe entre dientes, mientras Belén piensa de sí misma que es idiota y que quizá necesita terapia, como tantas y tantas veces le advirtió Elvira.
A medida que van llegando las demás y se van repartiendo los papeles, Belén saluda desde lejos a algunas de las chicas, aunque la mayoría no le devuelven el saludo, pero no le importa, ya está acostumbrada. Lo que peor le sienta es que ha visto entrar a Elvira, si llega a saber que ella estaría aquí, no se habría apuntado a la tontería esta del pesebre. Y encima, Elvira hará de María y a ella le toca hacer de ángela, así que tendrá que acercarse a su ex más reciente para anunciarle mediante gestos que será madre por obra de la Espírita Santa. Piensa que, por una vez, la historia será cierta, porque si María espera que María José la deje embarazada, va lista.
La coordinadora pide silencio, va a dar las instrucciones para montar la escena.
—A ver, chicas, colocaos según vuestro papel. María, María José y Jesusa, en el centro. Las Reinas Magas, a la derecha; las pastorcillas, a la izquierda; y tú, la caganera, al rincón. El primer pase empieza dentro de quince minutos, así que… ¡A desnudarse todas!
A Belén le da un vuelco el corazón. Nadie le había hablado de desnudarse, aunque, ahora que lo piensa, nadie le había hablado tampoco de disfrazarse. Se acerca disimuladamente a la puerta del local, donde está colgado el cartel que anuncia el pesebre, y se da cuenta de que la culpa es suya porque ahí se dice bien clarito: “Navidad 2010. Pesebre viviente lésbico”. Y más abajo, en letra pequeña: “sin ropa, en reivindicación del espíritu navideño más humilde”.
Si pudiera, Belén se iría a su casa ahora mismo. Lo último que le apetece es desnudarse frente a muchas de sus ex parejas. Pero no puede, su sentido de la responsabilidad se lo impide. Cuando Belén se compromete a hacer algo, lo cumple hasta el final sin importarle las consecuencias. Así que vuelve a su posición inicial, junto a Elvira, que ya está desnuda representando a la Virgen con Jesusita en brazos, y empieza a quitarse la ropa. Elvira se vuelve hacia ella.
—Nena, ¿y esos pezones? —le pregunta.
—Cállate —contesta Belén, tajante—, ya sabes que yo me pongo muy rápido. Y deja de hablar, en los pesebres vivientes no se habla.
Empieza el pase. En la primera escena, la ángela tiene que posar su mano sobre el hombro de María, y al hacerlo, Belén siente que se le eriza el vello de todo el cuerpo. Y Elvira sonríe, porque lo sabe. Luego, en otra escena, le toca acercarse a las pastorcillas para indicarles el camino hacia el portal, y al hacerlo, descubre entre el grupo a Verónica, otra de sus ex, con quien siempre disfrutó de un sexo fenomenal. Verónica la mira, y a Belén le sube el rubor a las mejillas.
Así, empitonada y ruborizada, Belén se dirige hacia las Reinas Magas en una de las últimas escenas del pesebre, para cumplir con su misión anunciadora. Y allí está Ivonne en su papel de Baltasara, una imponente mujer negra que llegó a España de vacaciones y se quedó porque sintió que Barcelona le gustaba más que los Estados Unidos. Ivonne y Belén fueron pareja durante poco más de un año. Al verla, el sexo de Belén se incendia sin remedio. Por fortuna para Belén, el pase está a punto de terminar.
Con los últimos aplausos del público entregado, Belén empieza a vestirse a toda prisa. Quiere alejarse de allí lo antes posible, huir de su pasado. Ha decidido que no volverá mañana ni ningún otro día, y así se lo hace saber a la coordinadora, quien le dice que la echarán en falta pero que no se preocupe, que ya se las apañarán.
Pocos minutos después, Belén se dirige a su casa, dos calles más abajo, pero cambia de acera para evitar a Rosa, que sube en dirección contraria.
—Tengo que cambiar de barrio —se dice.
(según la tradición, el día 2 de febrero es la fecha en la que debe desmontarse el belén navideño).
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