—31E iniciando regreso desde la Tierra. Llegada estimada dentro de cinco horas.
—Recibido, 31E. El Comité de Evaluación espera su informe antes de tomar una decisión. ¿Desea avanzar algún dato a las Miembras del Comité?
—Prefiero que esperen hasta mi llegada para que pueda transmitirles las conclusiones personalmente. Los resultados y las muestras que he obtenido se apartan tanto de nuestras suposiciones iniciales que no sabría qué datos destacar para el Comité en este momento.
—Correcto.
Cinco horas después, la nave llega a su destino. Sin descansar ni tomar las medidas oportunas para compensar los cambios de presión, la comandante 31E se encamina apresuradamente hacia la Sala de Sumas Decisiones con semblante preocupado. Hace horas que el Comité está reunido esperando su llegada. Cuando 31E abre la puerta, entra y se sienta a un extremo de la interminable mesa alargada de mármol translúcido, todas las miradas se concentran en ella, y las veintiocho Miembras se apresuran a ocupar sus asientos.
—¿Y bien? —indaga la Miembra número Cuatro.
—De bien, nada. Muy mal.
—Explíquese.
—La verdad es que no sé por dónde empezar.
—Empecemos, entonces, por cualquier parte. ¿Ha recogido muestras?
—Sí, cuatro especímenes humanos de sexo femenino se están analizando minuciosamente en el laboratorio en estos momentos.
—¿Qué destacaría de las muestras?
—Básicamente, que son las últimas.
Ante la respuesta de 31E, todas las Miembras sin excepción se inclinan sobre la mesa mientras formulan al unísono la misma pregunta.
—¿Las últimas?
31E se pone en pie para exponer sus conclusiones mientras va repartiendo copias de su informe entre las Miembras.
—Las últimas, sí. Me ha sido imposible encontrar más muestras. La Tierra está vacía, muerta, no queda nadie. Seguramente se preguntarán cómo ha llegado el planeta a esta situación, así que, por favor, abran sus informes por la página tres y vayan al capítulo “Causas de la desaparición”… ¿Lo tienen? Bien, entonces verán que la muerte de la Tierra se debe a una única causa.
La comandante hace una pausa para enfatizar su discurso antes de anunciar qué ha causado la aniquilación total de la vida en el único planeta que quedaba habitado en el pequeño Sistema Solar de la Vía Láctea. Durante su pausa, las Miembras han podido leerlo en el informe, y ahora sus caras reflejan una mezcla de miedo, asombro e incredulidad.
—Sí, lo han leído bien ¬—continúa la comandante— todo el desastre se debe a lo que he convenido en denominar “Exceso de Normativa Social”. Este fenómeno parece intrínseco a todas las semillas humanas que hemos ido implantando en distintos planetas del Universo durante los últimos eones. En todos los casos de estudio valorados hasta el momento ha ocurrido lo mismo y, por lo que parece, la Tierra no sólo no es una excepción sino que es, con mucho, donde el proceso se ha desarrollado con mayor celeridad y virulencia.
—Perdone, comandante —interrumpe la Miembra número Veintitrés—, ¿podría ser un poco más explícita, concretar ese “Exceso” del que habla en su informe? ¿A qué se refiere, exactamente?
—Por supuesto, para eso he venido. El “Exceso de Normativa Social” proliferó en la Tierra a partir de principios del siglo XIX y se intensificó a lo largo del XX, de manera que se podría hablar de un fenómeno asociado a la Revolución Industrial que sufrió un crecimiento exponencial sin precedentes durante la Era Posindustrial hasta desembocar en la total aniquilación de la vida en los inicios del siglo XXI. En poco más de doscientos años, la raza humana terrestre ha conseguido autodestruirse, a base de limitar sus libertades y su campo de acción mediante normas absurdas que han sido seguidas ciegamente y de manera sistemática por la mayoría de sus integrantes. Al principio les pareció que las normas de convivencia eran necesarias; luego se acostumbraron tanto que no sabían relacionarse sin ellas; al final del proceso, las normativas se convirtieron en estrictas prohibiciones que, poco a poco, ahogaron a los mismos seres que las promulgaron.
—Entonces, nuestros temores acerca de la Tierra eran fundados… —observa la Miembra número Trece.
—Completamente —afirma la comandante, antes de continuar con su explicación. —Nunca debimos colonizar la Tierra con una semilla humana de tan baja calidad, incapaz de aplicar ningún tipo de sentido crítico a su vida.
—¿Y cuándo diría usted que se produjo la inflexión, el punto de no retorno que condenó irreversiblemente la vida en la Tierra?
—Sin duda alguna, ese punto lo marcó la Ley Anti Amamantamiento, que prohibía a las mujeres dar el pecho a sus bebés en público. A pesar de su impopularidad inicial, la ley se propagó rápidamente entre los países desarrollados y, como consecuencia, millones de bebés empezaron a morir diariamente por inanición, lo que, sumado a la mortalidad infantil del llamado Tercer Mundo, ya de por sí muy elevada desde hacía décadas, hizo que en muy pocos meses la población de la Tierra empezara a menguar de manera alarmante.
La pregunta de la Miembra número Seis no supone ninguna sorpresa para la comandante, esperaba que alguien se la formulara en este preciso momento de su exposición y se dispone a contestarla antes incluso de que la Miembra del Comité termine de formularla.
—Tiene usted razón, las mujeres deberían haber parado por todos los medios la espiral iniciada por la Ley Anti Amamantamiento, pero no lo hicieron, una vez más se resignaron a su papel de elementos pasivos controlados por la mitad masculina de la población. Si de algo ha servido el experimento terrícola ha sido para confirmar que la semilla humana femenina, en contacto con la masculina, se echa a perder sin remedio. Jamás debemos volver a introducir ambas semillas juntas en ningún otro ecosistema, porque está claro que el equilibrio inicial se rompe al cabo de pocas generaciones.
—Entonces, ¿la Tierra es hoy un desierto sin vida por culpa de una sola ley? —pregunta en este punto la número Diecisiete.
—De dos, para ser más exactas. La segunda bomba que dinamitó la vida del planeta también tenía forma legal y fue promulgada al año siguiente. Era la Ley Anti Genital, que prohibía a los seres humanos utilizar sus órganos genitales para relacionarse por vía sexual. Obviamente, el nacimiento de terrícolas siguió descendiendo incluso más rápidamente a causa de esta normativa, hasta que el planeta llegó al nivel de natalidad 0 y empezó a involucionar. La caída en barrena duró relativamente poco, y la humanidad se extinguió en lo que tardan en extinguirse un par de generaciones, porque no hubo una siguiente que sucediera a la anterior. El resultado no es otro que lo que tenemos hoy ante nosotras: una Tierra vacía de seres humanos.
—Bueno, no está todo perdido —señala la Miembra Diez —es de esperar que, sin los humanos, la Tierra se regenere en poco tiempo.
—Al final del informe se adjunta un cálculo aproximado para la regeneración total de la flora y la fauna terrestres. En estas condiciones, unos veinte años bastarán.
La puerta de la Sala de Sumas Decisiones, cerrada desde el inicio de la sesión informativa, se abre ahora para dar paso a una oficiala, quien entrega a la comandante los resultados del estudio realizado a las cuatro últimas especímenes humanas.
—¿Y bien? —interroga la Miembra Uno.
—Nada fuera de lo normal, aparte de un nivel desmesuradamente alto de alcohol en el flujo sanguíneo, especialmente en el del espécimen que conducía el rudimentario vehículo impulsado por un derivado del petróleo en el momento de la abducción. Parece que las cuatro humanas acababan de participar en uno de esos encuentros sociales sólo para individuas denominados “fiestas lésbicas” en el argot terrícola.
—Y, en su experta opinión, ¿qué fue lo que las salvó de la extinción?
—Indudablemente, su palpable inadaptación social, su desinterés por el cumplimiento de las normas establecidas y, sobre todo, su falta total de contacto con la población de sexo masculino. Por eso se salvaron, en mi opinión. ¿No les sugiere nada eso? ¿No creen ustedes que estas supervivientes pueden significar una nueva oportunidad de recuperar la fe en la raza humana?
Las Miembras del Comité no acaban de entender las razones de la comandante, quien sigue exponiendo sus conclusiones.
—Si me lo permiten, quiero proponer un plan de repoblación de la Tierra a partir de las cuatro supervivientes.
Apagados murmullos recorren la sala.
—No ahora, por supuesto, la regeneración del planeta es lo primero. Pero sí dentro de veinte años, cuando el ciclo natural se haya completado.
—No sobrevivirán tanto tiempo aquí —sentencia la Miembra Quince.
—Sí lo harán si las mantenemos en hibernación hasta entonces.
La Miembra número Tres pregunta por la reproducción, puesto que no hay especímenes de sexo masculino en el grupo de supervivientes. La comandante se prepara para contestar y distribuye otro dossier entre las presentes.
—Aquí tienen el plan completo explicado, calculado y razonado, señoras. Créanme si les digo que se las apañarán, no les quepa la menor duda.
Lesbianarium by Qerma Palloni is licensed under a Creative Commons «Reconocimiento-No comercial-Sin obras derivadas» 3.0 España License.
Ningún Comentario