Lesbianarium 28: "El frotar se va a acabar"

—Ya está. Por favor, repase su declaración y, si está conforme, firme aquí para que su denuncia se curse de manera inmediata.
—Gracias. ¿Usted cree que lo encontrarán, agente?
—Yo, de usted, no me haría demasiadas ilusiones. Según nuestras estadísticas, el porcentaje de objetos robados o extraviados en extrañas circunstancias que son encontrados y devueltos a sus dueños es muy bajo. Aunque, claro, su caso es un poco atípico. No sé qué decirle, a lo mejor una de nuestras patrullas lo encuentra dentro de cinco minutos, tirado en algún contenedor, o quizá no vuelva a verlo nunca más, quién sabe. Por nuestra parte, quiero que sepa que haremos todo lo posible por devolvérselo. Peinaremos todos los lugares donde estuvo usted ayer y la mantendremos informada sobre cualquier novedad. Mientras tanto, si recuerda cualquier nuevo detalle, por pequeño que sea, háganoslo saber, porque puede ser relevante para la investigación. De todas maneras, a mí me sigue quedando una duda…
—¿Cuál?
—¿Está completamente segura de que se lo robaron? Quiero decir, y sin ánimo de ofender, ¿existe alguna posibilidad de que lo perdiera?
—Agente, a estas alturas ya no estoy segura de casi nada, sólo sé que mi clítoris ha desaparecido y que nadie sabe cómo ha sido. La última vez que tuve contacto con él fue anteayer por la noche, mientras me masturbaba. No noté nada raro. Todo fue normal y placentero, como siempre, pero, cuando desperté a la mañana siguiente, mi clítoris ya no estaba en su sitio. Lo busqué por toda la casa, revolviéndolo todo, cajones, armarios, alfombras… Nada. Ni rastro. Si se me hubiera caído, lo habría encontrado en algún rincón de mi habitación, ¿no?
—No necesariamente, también puede haber ocurrido que, al quitarse el pijama y vestirse, se le enganchara en alguna prenda y que, al salir a la calle, lo perdiera en cualquier parte mientras iba andando. No sería el primer caso en que una persona pierde algo y cree que se lo han robado. Por eso le decía que registraremos minuciosamente todos los lugares donde estuvo usted a lo largo del día de ayer. Según su declaración, por la mañana fue a la universidad, ¿es correcto?
—Sí, tenía clase de Semiótica y de Sociología. Ya les he indicado las aulas en las que estuve. Aunque, si se me cayó allí, me temo que la brigada de limpieza del centro habrá dado buena cuenta de él.
—No avancemos acontecimientos, solamente estamos lanzando hipótesis. Luego almorzó con su novia en un restaurante del puerto. ¿Comentaron su pérdida?
—Por supuesto, fue lo primero que le conté, porque, como usted comprenderá, ella también pierde mucho con esto.
—¿Cómo se lo tomó?
—Me dio todo su apoyo y me dijo que, si mi clítoris no aparecía, que no me preocupara, que ella se encargaría de buscar nuevas maneras de darme placer, a pesar de que yo siempre he sido mucho más clitoriana que vaginal, pero que ya se las apañaría. Es tan maja… La quiero muchísimo.
—¿Podemos descartar a su novia como sospechosa?
—Sin ninguna duda. Ella nunca haría nada que pudiera perjudicarme.
—Bien. Por la tarde fue usted a su entrenamiento semanal de rugby, según ha declarado.
—Sí. Después de un calentamiento breve, jugamos un partido amistoso contra el equipo femenino de la facultad de medicina. Ganamos. ¿Usted cree que mi clítoris podría estar todavía en el campo?
—Podría ser, aunque, si el personal de mantenimiento ha pasado la máquina cortacésped después del partido que disputaron, dudo mucho que lo encontremos jamás, al menos entero. ¿Entiende lo que quiero decirle?
—Dios mío… ¿Qué voy a hacer sin mi botoncito de la felicidad?
—No se preocupe todavía, no todo está perdido. Después de hacer deporte, ¿volvió a casa directamente?
—Sí, no estaba de humor para nada. Mi novia quería venirse a casa conmigo, pero le dije que no, que me diera un poco de tiempo, que no me sentía preparada todavía para hacer el amor con ella estando yo incompleta.
—Claro, es comprensible. Tranquila, como le he dicho, no pasaremos nada por alto, tanto si se lo han robado como si lo ha perdido. Volvamos por un momento a la hipótesis del robo. Cuando se despertó ayer por la mañana, ¿notó algo raro en su casa? Algún objeto fuera de lugar, alguna puerta o ventana abierta cuando debería estar cerrada… no sé…
—No, agente, todo estaba bien y en su sitio, excepto mi clítoris. Pero no podemos descartar el robo, he oído que han aumentado últimamente los casos de bandas organizadas paramilitares que entran en domicilios por la noche y, después de inmovilizar a las víctimas con sprays adormecedores, se llevan todo lo que quieren sin que nadie pueda impedírselo. ¿Y si es eso lo que me ha ocurrido a mí? No hay manera de saberlo.
—Tiene usted razón, los robos en domicilios y establecimientos comerciales han aumentado muchísimo desde que empezó la crisis. En su caso, además, hay que tener en cuenta el mercado negro de órganos, en el que la demanda de clítoris es cada vez más fuerte por parte de personas adineradas que quieren someterse a operaciones de reasignación de sexo. El tejido del clítoris, por ser el más sensible que se conoce, se utiliza en este tipo de intervenciones para reconstruir todo tipo de genitales, ya sea implantándolo en hombres que desean ser mujeres o bien injertándolo en los penes que se construyen para mujeres que pasan a ser hombres.
—Entonces… ¿es posible que alguien esté usando mi clítoris por ahí?
—Cabe esa posibilidad, no voy a engañarla.
—Y yo, ¿qué voy a hacer ahora?
—De momento, calmarse y esperar unos días. Nosotros hemos terminado con la denuncia, pero recuerde que antes de abandonar las instalaciones de la comisaría debe usted someterse a un reconocimiento médico, como prueba principal de su declaración. Si sigue por ese pasillo, encontrará una puerta verde a mano izquierda. Entre sin llamar, la doctora la está esperando.
—Gracias, agente, ha sido usted muy amable.
—A su servicio, señora.
En la sala de atención médica, la recibe la doctora Vázquez, quien le indica que se desvista de cintura hacia abajo y se tumbe en la camilla.
—Separe un poco las piernas, por favor, tengo que examinarla. Así. Perfecto. A ver, ¿le duele cuando toco aquí, donde debería estar su clítoris?
—No, doctora, no siento nada de nada, ése es el problema.
—Ya veo. Qué caso más curioso. Necesito un poco más de información. Si no le importa, voy a hacerle unas preguntas de tipo personal.
—De acuerdo.
—¿Mantiene usted relaciones sexuales? Quiero decir, ¿las mantenía antes del suceso?
—Sí.
—¿De qué tipo, heterosexuales u homosexuales?
—Homosexuales.
—¿Con qué frecuencia, aproximadamente?
—Prácticamente cada día, unas veces en casa de mi novia, otras veces en mi casa.
—En cada encuentro sexual, ¿cuántos orgasmos solía alcanzar?
—No sabría decírselo con exactitud, pero bastantes, alrededor de ocho o diez.
—¿Le importaría precisar qué tipo de prácticas realizaban?
—Mayoritariamente, no penetrativas.
—¿Rubbing?
—Mucho de eso, sí. Es que soy, quiero decir que era, mucho más clitoriana que vaginal.
—Aparte del sexo en pareja, ¿se masturbaba?
—También. De cinco a seis veces al día.
—¿Tanto?
—Sí… Qué quiere que le diga…No hacía daño a nadie…
—Por supuesto que no, estaba usted en su derecho. Siendo una persona tan activa sexualmente, supongo que haber perdido su clítoris habrá supuesto una verdadera tragedia para usted.
—No puede ni imaginárselo, doctora, vivo en un infierno asexuado y no sé cuánto tiempo seré capaz de soportar esta situación.
—¿Y si le dijera que no tiene por qué preocuparse, que ya puede retirar la denuncia y que en pocos días, siguiendo unas sencillas indicaciones, recuperará usted su clítoris?
—¿En serio? Por favor, no se ría usted de mí, comprenda que me hallo en estado de shock.
—En mi opinión, nadie ha robado su clítoris, y tampoco lo ha perdido.
—¿Qué ha ocurrido, entonces, doctora?
—Sencillamente, lo ha borrado.
—¿Cómo dice?
—Usted misma ha hecho desaparecer su clítoris, de tanto frotarlo. Con el uso, todo se desgasta, ¿verdad? Pues eso.
—Pero… ¿es posible?
—Perfectamente, aunque no es usual. Si no recuerdo mal, el suyo es el segundo caso de clitoris borratus que se da en España. El primero lo protagonizó en 2002 una novicia de un convento de clausura perdido en la sierra de Guadarrama, pero la Iglesia se encargó de silenciarlo y expulsó a la novicia. Hoy es una actriz de peep show muy cotizada que se hace llamar No-Clit. El punto culminante de su espectáculo consiste precisamente en un movimiento de piernas que realiza al final, en el que se ve perfectamente que no tiene clítoris. Su fama es tal que van a verla personalidades de todos los rincones del mundo, principalmente jeques árabes, jefes de gobierno y cardenales. Ya ve, la novicia decidió que no quería recuperar su clítoris, y parece que no le ha ido mal del todo. ¿Qué quiere hacer usted?
—Yo quiero tener mi clítoris otra vez, por supuesto, no puedo vivir sin él. ¿Cómo puedo recuperarlo?
—Es más sencillo de lo que parece, sólo hay que dibujarlo de nuevo.
—¿Dibujarlo?
—Claro, todo lo que puede borrarse también puede dibujarse, y su clítoris no es ninguna excepción. Tenga esta tarjeta, es de una colega mía, la doctora Truelove, especializada en reconstrucción y diseño anatómico. En una hora, como mucho, le redibujará el órgano borrado. Incluso podrá escoger entre varios modelos, tamaños y colores.
—Yo lo quiero tal como era.
—¿Tiene alguna foto de su clítoris? Si es así, muéstrela a la doctora para que pueda utilizarla como modelo y usted pueda recuperarlo como era originalmente.
—¿Y ya está? ¿Eso es todo?
—La verdad es que no, no basta con que le redibujen el clítoris, también será necesario un período de reposo. Tenga en cuenta que, una vez perfilado, el clítoris se regenerará por sí mismo siguiendo las líneas trazadas por la doctora. Para que eso suceda tendrá usted que guardar un mes de abstinencia sexual, como mínimo. Comprenda que, si empieza usted a masturbarse y a mantener relaciones a un ritmo frenético, como hacía antes del incidente, lo borrará de nuevo. Si eso ocurriera sin haber dado tiempo de regenerarse al nuevo clítoris, podría ser muy peligroso, porque podría suponer la pérdida permanente del órgano. ¿Comprende?
—¿Quiere decir que podría quedarme sin clítoris para siempre?
—Exactamente. No querrá correr ese riesgo, ¿verdad que no?
—No, no, para nada. Tenga por seguro que me abstendré de tocarlo, ni siquiera lo miraré mientras se regenera. Y, dígame, ¿cómo sabré que el proceso de reconstrucción ha terminado?
—Primero sentirá unas leves punzadas intermitentes, y al cabo de una hora, más o menos, disfrutará del orgasmo espontáneo más intenso que jamás haya experimentado. Ésa será la señal. Le recomiendo que, en cuanto note las primeras punzadas, intente llegar a casa lo antes posible. Si el macro orgasmo de fin de proceso le sobreviene en la calle, en el trabajo o en cualquier otro lugar público, podría montar usted un escándalo de máximo nivel.
—Lo tendré en cuenta, doctora. Muchas gracias, acaba de salvarme la vida con su diagnóstico.
—No me dé las gracias, ayudar y curar a la gente es mi trabajo. Y ya sabe, olvídese de su clítoris durante un mes, aunque eso no significa que no pueda disfrutar del sexo. Quién sabe, a lo mejor es momento de sacar más partido a su vagina, ¿no cree?
—Sí, doctora, y además, mi novia estará encantada con la idea de penetrarme. Creo que nos vamos a divertir.

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