Lesbianarium 26: "La pasión de Krista"

Krista y Heather se amaron con pasión hasta ayer. Compartieron sus vidas durante ocho años, tres meses y veinte días. Se conocieron en su primer día de universidad, y en el tercero Heather se mudó al piso de Krista, que era más espacioso. Lo que estuvieron haciendo durante las veinticuatro horas del segundo día, es fácil de imaginar. Su vida en común fue de todo menos monótona. Fue intensa, porque su relación no resultó siempre fácil. Fue sincera, porque jamás se traicionaron la una a la otra. Y, sobre todo, fue divertida, porque utilizaron la fortaleza de su amor para reírse de todo y de todos. Hasta ayer.
Hoy, Heather no sabe qué hacer con las cosas de Krista. Está de pie en el vestidor, mirando sus camisas, sus trajes, sus zapatos, toda su ropa, y no tiene ni idea de qué hacer con todo aquello. Sólo sabe que le duele mucho la cabeza porque no ha podido pegar ojo, y además, el cansancio, la tristeza y la tensión acumulados durante los últimos meses le están pasando factura. Piensa que lo peor de perder a la persona amada no es quedarse sin ella sino tener que presenciar su muerte después de una atroz enfermedad que, en el caso de Krista, la consumió en tan sólo tres meses, durante los cuales la vio adelgazar, palidecer, languidecer sin remedio día tras día. Y Krista, que conocía el final de todo aquello y era consciente de que su vida ya no daba más de sí, nunca perdió la sonrisa, ni siquiera en los momentos de mayor dolor psíquico, como cuando le dijeron que la quimioterapia no había dado resultado, y físico, como cuando suplicó que le administraran morfina. “Métame un buen chute y acabemos con esto”, —le dijo al doctor. Y mientras la droga empezaba a invadir su organismo y a aletargar sus sentidos, hizo todavía un último esfuerzo para hablar con Heather. Le dijo que no estuviera triste, que morirse no era tan malo, que ya podía ver la luz blanca y que no le daba ningún miedo sino todo lo contrario, que se sentía más tranquila y feliz que nunca. También le dijo que hiciera el favor de rehacer su vida pero que, sobre todo, no se obsesionara con encontrar a otra como ella, porque, como ella la amaba… Y aquí terminó el discurso de Krista, en el preciso instante en que su voz se apagó con su último suspiro.
A partir de ese momento, todo fue muy rápido, Heather no tuvo que ocuparse de nada. Krista había donado su cuerpo a la ciencia años atrás, así que el hospital donde pasó sus últimos días se hizo cargo de todo. Heather se despidió de ella en la misma habitación, la 033, antes de que se la llevaran. Después, el vacío lo llenó todo.
Mañana, Heather se despertará pronto, a pesar de que será domingo. Como cada día, y ya será el tercero sin Krista, pondrá la radio mientras prepara el desayuno y volverá a equivocarse al colocar dos servilletas en la mesa, una a cada lado. No podrá evitar llorar al darse cuenta de su error y recordar con impotencia la frase inacabada con la que Krista se despidió de ella. En un intento desesperado por apagar su propio llanto, subirá el volumen de la radio en el preciso instante en que la locutora leerá la dedicatoria de la próxima canción: “’para Heather, de Krista, deseándole que rehaga su vida muy pronto’. Bueno, Heather, si nos estás oyendo, te dejamos con la canción que Krista nos ha pedido para ti, esperando que te guste. Feliz Domingo de Resurección a todos y a todas, estáis escuchando Radio Copla 33”.
Heather dejará su desayuno a medio preparar, tomará la pequeña y vieja radio en sus brazos y se dejará caer de rodillas en medio de la cocina. Al oír los primeros compases de la canción, interpretada por La Más Grande, sentirá a Krista más cerca que nunca. Cerrará los ojos y, frase a frase, podrá escuchar por fin el mensaje completo: “Como yo te amo, como yo te amo, convéncete, convéncete, nadie te amará. Como yo te amo, como yo te amo, olvídate, olvídate, nadie te amará, nadie te amará, nadie, porque yo te amo con la fuerza de los mares, yo te amo con el ímpetu del viento, yo te amo en la distancia y en el tiempo, yo te amo con mi alma y con mi carne, yo te amo como el niño a su mañana, yo te amo como el hombre a su recuerdo, yo te amo a puro grito y en silencio, yo te amo de una forma sobrehumana…”.

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