Cuatro y cuarenta y siete de la mañana. Suena el teléfono. Alejandra responde antes del segundo tono. No está durmiendo, sino sentada frente al ordenador, chateando con una tal Vaden. “Odio los malditos alias, no hay manera de saber con quién hablas”, -se lamenta. Ella siempre utiliza su nombre de pila auténtico en la Red, a pesar de ser consciente de los peligros que puede comportar. “No tengo nada que esconder”, -piensa.
-¿Intento de asesinato?… ¿En Gracia?… Diles a los de la ambulancia que no toquen nada, aparte de atender a la víctima… ¿Está muy mal?… De acuerdo, en media hora estoy allí.
Mientras hablaba por teléfono, Vaden le ha dejado muy claras sus intenciones.
Vaden: hoy, a medianoche, en D-Mer. Unas copas y nos vamos. Quiero comerte entera.
Alejandra: vale, pero deja algo para las demás, no seas egoísta. Tengo que irme. Adiós.
Treinta y cinco minutos después, al llegar a la dirección indicada, observa el cartel con el nombre de la calle: “carrer del Perill”, y no puede evitar pensar que tiene algo de macabra premeditación cometer un intento de asesinato en una calle que se llama Peligro. Anota el nombre en su Moleskine de bolsillo, nunca se sabe qué pistas pueden conducir hacia el culpable.
Frente al domicilio están aparcados dos coches patrulla de los Mossos d’Esquadra y una ambulancia del SEM. Alejandra prepara su placa y llama a la puerta. Enseguida abre un agente.
-Inspectora Juárez, de Investigación.
-Pase, Inspectora. Nadie ha tocado nada.
Alejandra entra en la casa, escudriñando cualquier detalle que pueda parecerle importante a simple vista.
-¿Han llegado ya los de Científica?
-Todavía no, no creo que tarden.
-Póngame al corriente, agente.
-La víctima es una mujer de 24 años. Se llama Sonia y vive sola. La agresora también es una mujer, un poco mayor, de unos 30 años, según nos ha contado la propia víctima. No sabemos su nombre. La agresión ha ocurrido hacia las dos de la madrugada.
-¿Se conocían?
-No mucho… Por lo visto, se habían conocido esta misma noche…
-¿Una cita sexual?
-Eso parece.
-Hábleme de la agresión. ¿Qué alcance tiene?
-La víctima tiene dos dedos de la mano derecha amputados, el corazón y el anular.
-¿Puedo verlos?
-Es que… no están…
-¿Cómo que no están? ¿Quiere decir que no los han encontrado?
-No, pero estamos buscándolos por toda la casa.
-Está bien, pero busquen también fuera, por los alrededores. Tenemos que contemplar la posibilidad de que la agresora se los haya llevado y los haya tirado por ahí. ¿Sabemos cómo fueron cortados los dedos?
-Bueno… verá… de momento, la víctima no quiere hablar de ello. Dice que sólo lo hablará con una mujer. Por eso la hemos avisado a usted, Inspectora.
-¿A qué viene tanto misterio? Lléveme con ella, agente, y no perdamos más tiempo. Para mí, es un caso claro de fetichismo.
-La encontrará en el salón, tras esa puerta. Vaya con cuidado al interrogarla, está siendo atendida por un psicólogo.
-¿Un psicólogo?
-Sí, el personal sanitario la encontró en estado de shock.
Antes de entrar en el salón, la Inspectora Juárez deja su casaca y su mochila en el diván del recibidor, apaga su móvil e indica al agente que no quiere que nadie la moleste mientras esté con la víctima, a menos que se trate de un tema de máxima relevancia para el caso. El agente asiente y le abre la puerta del salón.
-Buenos días. Soy la Inspectora Alejandra Juárez y me gustaría hablar a solas con la víctima.
El psicólogo cierra su bloc de notas, se levanta de la silla y abandona la sala sin mediar palabra. Sonia está sentada, con la mano derecha vendada. Parece tranquila, seguramente por efecto de los sedantes. Tiene la mirada fija en el suelo. Al levantarla para mirar a la Inspectora, queda claro que ha estado un buen rato llorando, a juzgar por sus ojos hinchados y enrojecidos.
-Hola, Sonia.
-Hola.
La voz de Sonia suena muy frágil y entrecortada.
-¿Te duele?
-Sí, pero menos que antes. Los de la ambulancia me han dopado hasta las cejas. Casi no puedo ni hablar.
-¿Quieres contarme qué ha pasado?
Sonia sigue balbuceando.
-¿Qué quiere que le diga? Esa zorra me ha arrancado los dedos, y ya está.
-¿Cómo ha sido? ¿Con un cuchillo?
-No.
-¿Con alguna otra herramienta? ¿Tienes objetos cortantes en casa?
-No.
-¿Con la boca?
-No.
-Entonces… ¿con qué, Sonia?
Sonia se tapa la boca con la mano izquierda, se agita y duda antes de contestar.
-Da igual, no me creería.
La Inspectora trata de tranquilizarla y crear cierta empatía.
-Mira, Sonia, te aseguro que en mi trabajo he visto casos rarísimos y he vivido situaciones increíbles, historias que, aunque parezcan irreales, ocurren cada día, en todas partes…
-Con la vagina.
-¿Perdón?
-No voy a repetirlo.
De todas las absurdidades que ha oído la Inspectora Juárez, ésta es, sin duda alguna, la más inverosímil de todas.
-¿Me estás diciendo que la vagina de esa mujer te ha amputado dos dedos de una mano?
-Ya le he dicho que no me creería… ¿Y sabe qué? Que me da igual, no importa cómo ha ocurrido, sino qué ha ocurrido. Y lo que ha pasado es que me he quedado sin dedos. Mi vida sexual ha terminado, hoy y aquí.
Antes de que la Inspectora pueda consolarla, se abre la puerta del salón y uno de los agentes asoma la cabeza para llamarla.
-Inspectora, tenemos noticias.
-Ahora mismo voy, agente. Sonia, no te preocupes. Vuelvo en unos minutos.
La Inspectora Juárez cierra la puerta tras de sí, pensativa, en el mismo momento en que un agente le muestra una bolsa de plástico transparente con dos dedos en su interior.
-¿Dónde los habéis encontrado?
-En el contenedor de orgánica del final de la calle. Fíjese en los bordes de los cortes, son muy irregulares, parece como si hubieran arrancado los dedos con los dientes. Desde luego, con un cuchillo no ha sido. ¿Ha podido avanzar con el interrogatorio, Inspectora?
-No mucho, estoy en ello. Diga a los de Científica que busquen huellas, y que los de la Central revisen todos los casos de violencia sexual de los últimos años cometidos por mujeres. Que busquen especialmente entre los casos de amputación de órganos.
-Entendido.
Al entrar de nuevo en el salón, Sonia está de pie junto a la ventana, fumando. Parece más entera y enfadada que antes.
-¿Lo ve, Inspectora? Ni siquiera sé fumar con la mano izquierda… ¿Cómo se supone que voy a ganarme la vida ahora? Soy, quiero decir que era, programadora informática. Me pasaba el día aporreando el teclado del ordenador.
-Podrás seguir tecleando, con un poco más de calma.
-Me temo que mi jefe no estará nada conforme con eso. ¿Y qué me dice del sexo? Ni siquiera podré masturbarme dignamente… Y no hablemos de follar… ¿Qué mujer querrá acostarse conmigo? ¡Qué putada!
-Te queda la mano izquierda… y la lengua… y el resto de tu cuerpo…
-Soy muy patosa con la mano izquierda, Inspectora Juárez.
-Sólo es cuestión de práctica. ¿Has oído hablar de la ALS?
-No.
-La Asociación de Lesbianas Siniestras está especializada en terapias y tratamientos de rehabilitación para lesbianas diestras que han sufrido accidentes severos y necesitan ejercitar la mano izquierda. Conozco muchos casos de éxito en los que las pacientes han podido seguir con su vida sexual de manera plena y satisfactoria, tras unas pocas semanas de reeducación. Recuérdame que te pase el teléfono de la asociación.
-Gracias.
-¿Qué puedes contarme de la mujer que te atacó?
-Poca cosa, apenas la conocía. Coincidimos en un chat hace un par de días. Ayer por la noche quedamos en vernos en D-Mer. Tomamos un par de copas y nos vinimos aquí. El resto, ya lo sabe. “Quiero comerte entera”, -me había dicho en el chat, y ahora sé que no bromeaba, la muy cabrona… ¿Qué le ocurre, Inspectora? Está usted lívida…
La Inspectora no puede disimular el escalofrío que acaba de recorrer todo su cuerpo hace un momento, al reconocer en la tragedia de Sonia las mismas palabras que Vaden, su cita de esta noche, le ha escrito pocas horas antes a través del chat. Antes de poder articular palabra, otro agente interrumpe para pedirle que salga de nuevo.
-¿Se encuentra bien, Inspectora? Está usted un poco pálida. ¿Quiere que le traigan un poco de agua?
-Sí, por favor, gracias. ¿Qué hay de nuevo?
-Las huellas dactilares que hemos encontrado en los dedos amputados se corresponden con las de Virginia Domínguez, una peligrosa agresora sexual que se hace llamar Vagina Dentata y es sospechosa de haber amputado los penes de, al menos, seis hombres en los últimos tres meses. Cuatro de ellos murieron desangrados, y los otros dos están en tratamiento psiquiátrico. Ambos aseguran que esa mujer les cortó el pene con… ¡la vagina! Si se trata de la misma agresora, podríamos estar ante el primer caso de ataque a una mujer.
-¿Conocemos el móvil?
-No, pero sí el modus operandi. En todos los casos, ha contactado con sus víctimas chateando en Internet. Supongo que en este caso también ha sido así, ¿verdad?
-Sí, agente.
-Quizá no haya móvil y ataque por el mero hecho de agredir, de causar daño. En mi opinión, es una psicópata. Y lo peor de todo es que anda suelta por ahí.
-Gracias. He terminado con la víctima. Voy a despedirme de ella y a iniciar la investigación.
Sonia está llorando de nuevo.
-Sonia, no te preocupes, la detendremos.
-Hágalo, Inspectora, meta a esa hija de puta entre rejas.
-Sólo dime una cosa más: su nick es Vaden, ¿verdad?
Al oír el alias, Sonia clava sus ojos en los de la Inspectora, y su mirada se endurece.
-¿Cómo lo sabe?
-Ya te he dicho que voy a encontrarla, y muy pronto. Adiós, Sonia.
Lo primero que hace la Inspectora Juárez al salir del domicilio de la víctima es buscar un bar para desayunar y tomarse un café bien cargado, así que entra en una cafetería del barrio de Gracia. Un bocadillo de jamón de york y queso brie y un café doble, sin azúcar, la reconfortan. No era consciente de que tenía tanta hambre. Son las nueve y veintiocho minutos de la mañana, y ahora se da cuenta de que ha pasado la noche en blanco. Mientras come, planifica una jornada que se aventura larga y difícil. Vaden… Vaden… Vagina Dentata en versión abreviada, claro… todo cuadra…
Después de pagar la cuenta, se dirige a su casa para dormir hasta primera hora de la tarde. Si pretende detener a Vaden la noche siguiente, tendrá que estar muy despierta.
Suena el despertador. Las cuatro en punto. Alejandra salta de la cama y entra en la ducha. Ha soñado con cucarachas y saltamontes, como siempre que está preocupada por algo. Se viste y llama a la comisaría para indicar los próximos pasos a seguir en la investigación. Después, llama a Mer.
-Hola, Mer, soy Alejandra.
-¿Qué hay, guapa? ¡Cuánto tiempo! ¿Es que no piensas venir nunca más a mi local?
-Últimamente salgo muy poco, el trabajo me absorbe… Pero, mira, esta noche nos veremos.
-Perfecto, búscame y tomamos algo mientras nos ponemos al día.
-Escúchame, necesitaré que hagas algo por mí.
-Lo que quieras, ya lo sabes.
-Quiero que cierres todas las salidas del local a las doce y media de la noche.
-Me estás asustando, Alejandra. ¿Qué ocurre?
-No puedo decirte más, forma parte de una investigación. Tranquila, no va contigo.
-De acuerdo, cuenta con ello.
-Una cosa más: habrá policías de incógnito infiltradas.
-¡Coño, Alejandra, me vas a arruinar la noche!
-Te compensaré. Además, un poco de acción siempre es una buena publicidad, ¿no crees?
-Eso espero. En cualquier caso, no te preocupes, me hago cargo de la situación. Nos vemos esta noche.
La Inspectora Juárez está de pie, apoyada en la barra, bebiendo un gin-tonic y esperando a su cita. Son las doce y cuarto de la noche. De momento, Vaden llega tarde.
-¿Eres Alejandra?
La voz que acaba de sonar a su espalda es profunda y bien timbrada, no parece la voz de una asesina. Al volverse, la Inspectora descubre a una mujer de piel morena, pelo oscuro y rizado, esbelta, bien parecida y bien vestida.
-Sí, ¿y tú eres Vaden?
-La misma. ¿Cómo estás?
-Bien. Empezaba a pensar que no vendrías. ¿Un gin-tonic?
-¡Venga!
-Y, dime, Vaden, ¿cuál es tu nombre verdadero?
-Virginia.
-Y Vaden, ¿qué significa?
-Es la abreviatura de Vagina Dentata.
La Inspectora no esperaba tanta sinceridad, de entrada.
-Veo que conoces el mito.
-No es un mito, es real.
-¿En serio lo crees? ¿Conoces a alguna mujer con vagina dentata?
-Pues sí, yo.
-Vaya… ¿y con qué fines la utilizas?
-Mutilo a mis amantes.
-¿De verdad piensas ligar conmigo diciéndome estas cosas?
-Sí, porque confío en que quizá no me creerás y querrás comprobarlo por ti misma. ¿Vamos?
-Espera, no tan rápido, sólo son las doce y media.
La Inspectora busca a Mer con la mirada, y ésta le hace la señal convenida que le indica que los accesos están cerrados.
-Como quieras, pero no pienso pasarme la noche aquí. Busco sexo, y si no es contigo será con otra.
-¿Sales con hombres, también?
-Ya no, me aburrían soberanamente con sus movimientos espasmódicos y repetitivos. Sólo me divertía en el momento de cortarles la polla y ver su cara descompuesta.
-Más que una cita, esto parece una confesión…
-¿Y si lo fuera?
-Entonces te diría que quedas detenida, Virginia Domínguez, por el asesinato de Jorge González, Sergio Antúnez, Flavio Santini y Miguel Torres, y por el intento de asesinato de Jesús Pavía, Ramón Alpena y Sonia Díaz.
Con otro movimiento de cabeza, la Inspectora indica a dos agentes de incógnito que se acerquen para llevarse a la detenida. Mientras la esposan, observa el rostro impertérrito de Virginia.
-No pareces muy sorprendida.
-No lo estoy, Inspectora Juárez.
-Veo que te has informado sobre mí.
-Si iba a entregarme, ¿a quién mejor que a una policía lesbiana?
-Vaya, gracias por el regalo. Agentes, llévensela. Pero antes, me gustaría saber por qué.
-Bueno, teniendo la herramienta, ¿por qué no iba a usarla? No hay nada más absurdo que renunciar a lo que nos viene dado por naturaleza.
-Y lo de entregarte, ¿por qué razón?
Virginia se acerca lentamente a la Inspectora para contestarle la pregunta al oído con la voz más dulce que es capaz de modular.
-¿Y por qué no?… Buena suerte, Inspectora.
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Jaja! La vagina asesina! Genial,muy imaginativo; me ha encantado ¿tienes pensado continuar con algún relato de la inspectora Juárez? Resulta muy intrigante.
Salu2
Buenísimo!! No lo puedo negar, cada vez que entro a la página la recorro completa para ver si has publicado algo nuevo. Excelentes relatos!
Gracias.
Luzifera,
Me encanta que te gusten mis historias. Muchas gracias por leerlas. Sí, no estaría mal que la Inspectora Juárez resolviera más casos, ¿no? Tomo nota, a ver si me inspiro. De momento, dentro de unos meses saldrá editado el libro LESBIANARIUM, en versión impresa (bajo demanda) y en formato e-book. Ya te avisaré, a ti y a todas.
Hasta pronto… 😉
Hola, Amelie,
Muchas gracias por tu comentario. A veces, se me va un poco la olla, y entonces me pongo a escribir… Ya sabes, cada lunes, un relato nuevo, y muy pronto, LESBIANARIUM saldrá en formato libro!
Saludos.
El relato está francamente bien, como casi todos.
Pero és más creible que pueda existir una vagina con dientes, que un inspector de Mossos pisando la calle! Son «ratetes» de despacho.
Jajajaj!
No te negaré que tienes parte de razón, Ruth, aunque de todo hay en el Cuerpo de los Mossos, como en todas partes. Te diré, además, que, personalmente, prefiero «el cuerpo de la mossa». Por otra parte, puesta a escribir desde lo absurdo, todo vale, ¿no? A pesar de todo, me estoy quedando alucinada con los comentarios que está levantando la Inspectora Juárez. ¿Ves como lo del uniforme y el poder tiene algo de erótico que gusta mucho?
Saludos y gracias por seguir los relatos…
Si te decides a escribir sobre la inspectora… Puedo «asesorarte» ;-D
Se agradece el ofrecimiento, Ruth.
¡Saludos!
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¿Verdad que sí, Ketty? Estoy completamente de acuerdo contigo… Claro, no podría ser de otra manera… 🙂
Un saludo.
Carme