Lesbianarium

-Despierta, niña. Son las nueve y hoy es tu día, así que no debes desperdiciarlo durmiendo más de lo necesario.

Como cada día, su madre había entrado en la habitación para despertarla por la mañana. Desde hacía años, el ritual que seguía era exactamente el mismo: entrada en tromba después de dos leves toques de nudillos en la puerta, caminar hacia la ventana, cortina a un lado y persiana hacia arriba. Candela conocía perfectamente lo que venía ahora y ya notaba el peso del cuerpo de su madre al sentarse sobre su cama. Incluso podía adivinar las palabras que saldrían de su boca a continuación y sentía que, una vez más, las repetiría mentalmente mientras eran pronunciadas. Aquel ritual matutino era la señal inequívoca de que todo estaba bien en su vida, de que su madre continuaba velando por ella y de que el mundo había seguido su curso durante sus horas de sueño. En un día normal, su madre la habría despertado más pronto, Candela ya se habría puesto en pie y estaría a punto de entrar en la ducha, pero hoy era sábado, y además era su cumpleaños.

-Despierta, vamos. ¿Quién cumple catorce hoy? ¿Quién? ¡Dios mío, qué hija tan guapa tengo! Seguro que me porté requetebién en otra vida y ahora tú eres mi regalo, el premio a mi bondad. ¿A que sí?

-Buenos días, mamá. Qué tonta eres, no soy guapa, ayer quizá lo era un poco, pero hoy me ha salido un grano aquí, ¿lo ves?, en medio de la frente. ¿Y qué voy a hacer yo ahora?

-Tú sí que eres tonta si vas a dejar que un granito te amargue el día. Pero si casi no se ve, llévalo con dignidad y ya está.

-Para ti es muy fácil decirlo porque no te salen granos…

-Pero me salen arrugas, niña, ¡y canas! ¿Quieres que cambiemos los papeles? ¡Lo que daría yo por tener tus granos en lugar de mis arrugas! Ah, no, perdón, ahora las llaman marcas de expresión. Pero bueno, dime, ¿qué quieres hacer hoy? ¿Quieres que vayamos los tres al Planetarium? Tu padre ha ido a por el periódico, pero enseguida vuelve. Desayunamos y nos vamos. Me han dicho que el montaje sobre el origen del cosmos es alucinante.

-Lo tienes todo pensado, eres tremenda, mamá. Vale, vamos al Planetarium, me irá bien para un trabajo que tengo que hacer en el instituto la semana que viene. Además, a mí también me han dicho que el montaje está muy bien.

-¿Ah sí? ¿Y quién te lo ha dicho, si puede saberse?

-Miranda.

-¿Miranda, la de segundo de bachillerato?

-Sí.

-¿Y qué mas te dice Miranda?

-¿Cómo que qué más me dice? Pues no sé, cosas…

Candela se había ruborizado e intentaba taparse la cara con el edredón, mientras su madre se esforzaba por disimular una sonrisita burlona y continuaba interrogándola.

-Ya… ¿Y habláis mucho, Miranda y tú?

-Mamá, no empieces, hablamos cuando nos vemos. Déjame, que quiero vestirme.

-De acuerdo. No tardes en bajar, yo voy preparando el desayuno. Y trae aquí ese grano, que lo voy a borrar con un beso de madre. ¡Mmmmmua!

Cuando Candela quiso revolverse para evitar el beso ya era demasiado tarde, así que lo único que podía hacer ahora era patalear un poco.

-Mamá, sabes que te quiero mucho, pero a veces eres un poco pesada y me tratas como a una niña, y ya no lo soy.

-¡Uy, qué miedo me da esta mujerona! ¿También te pones así cuando te besa Miranda?

-¡Que no me besa, que somos amigas!

-O sea, que estáis empezando, vamos…

-Socorro, que vengan los de Asuntos Sociales y me liberen de esta plasta que tengo por madre. Por favor, déjame, que ahora bajo.

Tan pronto como su madre salió de la habitación, Candela saltó de la cama y se apresuró a mirarse en el espejo del armario, quería ver el alcance de la tragedia en toda su magnitud y casi se echa a llorar al descubrir que aquella pequeña protuberancia, apenas imperceptible la noche anterior, se había convertido en un grano en toda regla por la mañana. Quería fundirse, convertirse en otra cosa, en un mueble, pasar desapercibida mientras ese cráter siguiera en su frente, especialmente a los ojos de Miranda. Pero sabía que no era posible y que esa noche tendrían que acudir a su cita los dos, ella y su grano.

-Buenos días, papá.

-Buenos días y felicidades, guapísima. Un beso. ¡Mmmmmua! ¿Y ese grano?

La madre de Candela fulminó a su marido con la mirada, pero ya era demasiado tarde, aunque el hombre captó el mensaje e intentó rectificar, sin éxito.

-Bah, pero si casi no se ve. Además, con un poco de maquillaje…

-Papá, ¿cuándo me has visto tú maquillada?

Anda, Fernando, cállate, porque vas de mal en peor. Y tú, niña, come. Daos prisa o no llegaremos a tiempo.

Pensando en la manera de hacer olvidar a su hija su reciente metedura de pata, el padre seguía balbuceando.

-Por cierto, acaba de llamar Miranda, la de segundo de bachillerato. Dice que te ha llamado al móvil pero que lo tenías desconectado.

-¿Cómo? ¿Y por qué no me has avisado, papá?

-Bueno… es que estabas… en la ducha…

-¡Da igual!

Al intentar buscar algo de complicidad con su mujer, vio que ella le miraba con resignación y negando con la cabeza, como diciendo “este hombre mío no tiene remedio”.

-¿Qué pasa? ¿Qué he dicho ahora?

-Nada, Fernando, nada. ¿Un poco de cicuta en el café?

-Papá, ¿qué más te ha dicho Miranda?

-Pues no mucho, la verdad, que ya os veríais esta noche en el Lesbianarium.

-¿El Lesbianarium? ¿No iban a cerrarlo pronto?, -preguntó la madre, intentando desviar la atención de lo que realmente le interesaba saber: los detalles de la cita de su hija con Miranda, la de segundo de bachillerato.

-Sí, mamá, la fiesta de clausura es esta noche.

-¡Qué emocionante! ¿Y qué te vas a poner?

-Déjala, mujer, no la atosigues, que se ponga lo que quiera.

-Ay, Fernando, ¿te acuerdas de cuando abrieron el Lesbianarium? Hace tantos años, y todo ha cambiado tanto… Recuerdo que, al principio, las chicas de mi clase que se atrevían a ir, que eran muy pocas, todo hay que decirlo, tenían que hacerlo casi de incógnito, sin llamar la atención. Ya ves tú, como si bailar, tomar un par de copas y ligar un poco fuera un delito. ¿No era eso mismo lo que hacíamos tú y yo en el Frantik?

-Me alegro de que lo cierren, es uno de los últimos vestigios de una época que ya pasó y que espero que no vuelva.

-Yo también me alegro, papá, aunque he pasado muy buenos ratos en el Lesbianarium.

-Y, a partir de ahora, ¿adónde vais a ir? -La madre seguía insistiendo para ver si se enteraba de más detalles.

-Pues no lo sé, a cualquier sitio. De hecho, las chicas han ido esparciéndose por todos los locales de la ciudad durante los últimos años, o sea que el Lesbianarium también cierra, en parte, por falta de clientela. Parece que los guetos ya son historia.

-¡Muy bien dicho, niña! Y si alguien te molesta alguna vez, dímelo y tu padre le partirá la cara.

-No, Fernando, eso nunca. La violencia, déjala para los homófobos.

-Mujer, es un decir…

-¡Pues no quiero ni que lo digas!

-Vaya, hombre, parece que no acierto ni una hoy… No estoy seguro de querer ir al Planetarium con vosotras, a lo mejor se me cae Urano encima y no lo cuento. ¿Y si estoy gafado?

-¡Qué vas a estar gafado! Lo que pasa es que no piensas antes de hablar, Fernando. ¿Habéis terminado? ¿Nos vamos ya?

-Sí, mamá, dame diez minutos para secarme el pelo. Bajo ahora mismo.

Mientras Candela subía las escaleras hacia el piso superior, donde estaban las habitaciones y uno de los baños de la casa, el marido no pudo dejar de interpelar a su mujer.

-A ver, ¿me vas a decir qué está pasando? Es que os ponéis a hablar las dos, y cuando llego yo resulta que me lo he perdido todo y entonces empiezo a meter la pata como un gilipollas. ¿Le ocurre algo a Candela?

-Sí que le ocurre, sí.

-Laura, no me asustes, por favor. ¿Está enferma? ¿Tiene ese grano algo que ver?

-¡Y dale con el grano! Que no, Fernando, que lo que le pasa a nuestra hija es que se ha enamorado.

-¡No me digas! ¿De Miranda, la de segundo de bachillerato?

-Hasta las trancas.

El Lesbianarium que hoy inauguramos aquí también desea su cierre lo más pronto posible, porque eso significaría, entre otras cosas, un gran paso adelante hacia la normalización. Mientras tanto, y si os parece bien, intentaremos divertirnos semana a semana riéndonos un poco de todo y de todo el mundo, empezando por nosotras mismas, que buena falta nos hace. No dudéis en participar con vuestros comentarios.

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